una criatura de realidad social y también de ficción”, a partir de esta definición contundente de
Donna Haraway, he decidido esbozar un par de reflexiones sobre lo que sería la polis tecnológica de las aplicaciones
para que chicos tengan citas, charlas y, sobretodo, sexo entre chicos. No hablo
de personas, hablo de cyborgs, están
advertidos.
Nunca había dependido de la tecnología para tener
aproximaciones del *tercer tipo con un chico (*sexo). Nunca. Ni siquiera cuando
estaba “en el armario”. Y no es que
ahora dependa absolutamente, pero estoy atravesado, lo quiera o no, por la
tecnología. Por otra parte, es una realidad también que si los heterosexuales
encuentran pareja a una cuadra, las personas homosexuales a cuatro cuadras. De
ahí el éxito de estas aplicaciones en la comunidad LGBT.
Me descargué grindr cuando fui a El Salvador en el
2014 por recomendaciones de un amigo guatemalteco, pero para aquel tiempo yo
estaba de novio, entonces, solo lo hice por pura curiosidad antropológica. No
entendía muy bien cómo funcionaba la aplicación y me aburría muchísimo.
Y no solo me aburría, me enojaba, me indignaba y
terminaba desinstalándola porque estos cyborgs, en esta polis de
hombres-máquina, aparte de que la mayoría no daba la cara, solo el torso,
llevaban muchas cosas de la realidad social cotidiana, de la que estoy harto, a
esa otra realidad tecnológica; por ejemplo, abundantes descripciones del tipo: “No gordos, no asiáticos, no afeminados”
“Abstenerse gordos” “Solo masculinos”. Y así un largo etcétera de
discriminaciones basadas en el gusto personal. Entonces reflexiono: ¿gusto o
racismo?, ¿gusto o machismo? ¿Quién traza esa línea que marca la diferencia?
¿Existe realmente tal diferencia?
He tenido experiencias positivas y muy bonitas con la
app, y otras no tan bonitas; sin embargo, dándole un poco de crédito a la
utopía de Donna Haraway coincidiría que “el sexo del cybor restaura algo del hermoso barroquismo reproductor de los
helechos e invertebrados (magníficos profilácticos orgánicos contra la
heterosexualidad).” Y me suscribo a la idea de que el cyborg es una ficción que abarca nuestra realidad social y corporal
generando acoplamientos fructíferos. Pero lo dejaría ahí: Utopía y posibilidad.
¿Por qué? Porque me es posible notar que en esta polis
tecnológica del universo gay, en esta realidad-ficción que podemos construir a
nuestro antojo lejos de la opresión, la seguimos llenando del mismo machismo de
mierda de nuestra realidad social. Nos reconfiguramos, nos ficcionalizamos,
pero desde los mismos cimientos. La misma basura sexista, racista y machista de
siempre. ¿Cómo tener un approach con
alguien que de entrada dice: No esto, no lo otro? Por suerte, no todos son así.
Y unos cuantos cyborgs están haciendo
la diferencia, tanto así, que me enamoré de uno.
*Ilustración by Benjamín/ We´re magazine.
Excelente reflexion te felicito..... mueres si te encuentras un dia que la primera pregunta sea sobre un libro o una pelicula... alguien que busque mas que sexo modos o tamaños.
ResponderEliminarSoberbia la última línea.
ResponderEliminar:D!!!
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