Creo
que le debía a Buenos Aires un post como este. Y si tuviera que dirigir una
dedicatoria, creo que sería a mi amigo Danny.
La
primera vez:
La primera
vez que estuve en Buenos Aires fue en otoño del año pasado cuando llegué a
Argentina. Todo por primera vez. Llovía y el Aeropuerto Ezeiza me recibió con mucho frío y una enorme fila para poder pasar
por mis maletas. Actos seguidos fueron abordar el taxi y pasarle al chofer la
dirección de mi amigo. Mientras el taxi recorría la ciudad entera para llegar a
Palermo, me asomaba a la ventana viendo el cielo nublado, los edificios, la
lluvia… con emoción,
nostalgia y un montón de preguntas rondando mi cabeza. Una ciudad gris, fría y
melancólica… Después le siguieron los días de sol. Días de estar en el depto.
con Danny. Días de salir a caminar, a comer en el Nápoles, de recorrer la Av.
Santa Fe, de ir al Ministerio de Educación, de bailar en los boliches… De
conocer al Fede, de chaparnos y
despedirnos cuando me vine a Córdoba, sabiendo que siempre regresaría.
La
segunda vez:
Esta vez me tocó volver con mis amigas de la
Maestría, con la cubana, con la guatemalteca. Con la Mariela y la Rosy
respectivamente. Fue bien divertido viajar en tren y pasar 17 horas esperando
llegar a Estación Mitre. Para ese
entonces ya amábamos a Buenos Aires. Hubo pizzas con mucho queso derretido y
cervezas en Güerrín. Recorrimos sus veredas, reímos en sus avenidas… Me quejaba
del frío todo el tiempo, pero lo disfrutaba. Siempre “tirándonos” fotos como
diría la cubana. Anduvimos a medias “El paseo de la historieta” y durante la
semana las chicas se enojaron conmigo porque yo llegaba tarde a nuestro punto
de reunión: el obelisco, a pesar de que yo paraba en Av. de Mayo y estaba re
cerquita; pero, siempre me era difícil, sobretodo, aquellas noches que me
quedaba con Fede… También fue en otoño.
La
tercera vez:
Era primavera y me animé a llevar una enorme
mochila que me pesó como cruz de ida y vuelta. Bermudas y remeras, no más. Esta
vez estuve muy poco tiempo, pero ha sido de las visitas más intensas. Esta vez
fuimos con ganas de visitar lugares no visitados las otras veces. Paramos en
Boedo y ahí conocí al Hernán. El chico más interesante y hermoso que yo haya
podido conocer hasta ahora. Hubo calorcito, mucha cerveza artesanal, viajes al
Gran Buenos Aires, comida peruana… Besos, abrazos y conversaciones hasta el
amanecer.
La
cuarta vez:
Esta fue la más reciente. Y me tocó a pleno el
invierno. Paré en dos lugares y anduve más nómada que antes. Los primeros días,
en el microcentro, en San Telmo, la misma Av. de Mayo, las abuelas en La Plaza,
las chicas… Estos rostros cansados y lindos subiendo y bajando del subte. Av.
Corrientes… Luego, estuvimos en Barrio Rawson, donde vivió Cortázar. Yo muy
emocionado. Conocí mucha más gente nueva. Caminatas en el bosquecito de la
facultad de Agronomía, galletitas mágicas, alto asado en casa de la Inés y birras
deliciosas en La Casona…
Pisé tantas veces popó de perro que eso demuestra
lo volado que estuve, pero feliz. Muy feliz. Esta vez hubo nostalgia por
Hernán. Esas casitas del Barrio Rawson y la casa de Cortázar se llevan toda la
emoción de esta visita. Alguien como yo caminando por Av. Corrientes no puede
ser si no otra cosa más que feliz. Y la Parce siempre cita a alguien que no
recuerdo, pero ella recita, a menudo, que uno siempre vuelve a los lugares
donde amó la vida. Y Buenos Aires ha hecho lo suyo, así que, siempre volveré…
No hay comentarios:
Publicar un comentario