jueves, 8 de septiembre de 2016

Mis días en Buenos Aires



Creo que le debía a Buenos Aires un post como este. Y si tuviera que dirigir una dedicatoria, creo que sería a mi amigo Danny.



 
La primera vez:

  La primera vez que estuve en Buenos Aires fue en otoño del año pasado cuando llegué a Argentina. Todo por primera vez. Llovía y el Aeropuerto Ezeiza me recibió con mucho frío y una enorme fila para poder pasar por mis maletas. Actos seguidos fueron abordar el taxi y pasarle al chofer la dirección de mi amigo. Mientras el taxi recorría la ciudad entera para llegar a Palermo, me asomaba a la ventana viendo el cielo nublado, los edificios, la lluvia  con emoción, nostalgia y un montón de preguntas rondando mi cabeza. Una ciudad gris, fría y melancólica… Después le siguieron los días de sol. Días de estar en el depto. con Danny. Días de salir a caminar, a comer en el Nápoles, de recorrer la Av. Santa Fe, de ir al Ministerio de Educación, de bailar en los boliches… De conocer al Fede, de chaparnos y despedirnos cuando me vine a Córdoba, sabiendo que siempre regresaría. 





La segunda vez:

Esta vez me tocó volver con mis amigas de la Maestría, con la cubana, con la guatemalteca. Con la Mariela y la Rosy respectivamente. Fue bien divertido viajar en tren y pasar 17 horas esperando llegar a Estación Mitre.  Para ese entonces ya amábamos a Buenos Aires. Hubo pizzas con mucho queso derretido y cervezas en Güerrín. Recorrimos sus veredas, reímos en sus avenidas… Me quejaba del frío todo el tiempo, pero lo disfrutaba. Siempre “tirándonos” fotos como diría la cubana. Anduvimos a medias “El paseo de la historieta” y durante la semana las chicas se enojaron conmigo porque yo llegaba tarde a nuestro punto de reunión: el obelisco, a pesar de que yo paraba en Av. de Mayo y estaba re cerquita; pero, siempre me era difícil, sobretodo, aquellas noches que me quedaba con Fede…   También fue en otoño.



La tercera vez:

Era primavera y me animé a llevar una enorme mochila que me pesó como cruz de ida y vuelta. Bermudas y remeras, no más. Esta vez estuve muy poco tiempo, pero ha sido de las visitas más intensas. Esta vez fuimos con ganas de visitar lugares no visitados las otras veces. Paramos en Boedo y ahí conocí al Hernán. El chico más interesante y hermoso que yo haya podido conocer hasta ahora. Hubo calorcito, mucha cerveza artesanal, viajes al Gran Buenos Aires, comida peruana… Besos, abrazos y conversaciones hasta el amanecer. 



La cuarta vez:

Esta fue la más reciente. Y me tocó a pleno el invierno. Paré en dos lugares y anduve más nómada que antes. Los primeros días, en el microcentro, en San Telmo, la misma Av. de Mayo, las abuelas en La Plaza, las chicas… Estos rostros cansados y lindos subiendo y bajando del subte. Av. Corrientes… Luego, estuvimos en Barrio Rawson, donde vivió Cortázar. Yo muy emocionado. Conocí mucha más gente nueva. Caminatas en el bosquecito de la facultad de Agronomía, galletitas mágicas, alto asado en casa de la Inés y birras deliciosas en La Casona… 


Pisé tantas veces popó de perro que eso demuestra lo volado que estuve, pero feliz. Muy feliz. Esta vez hubo nostalgia por Hernán. Esas casitas del Barrio Rawson y la casa de Cortázar se llevan toda la emoción de esta visita. Alguien como yo caminando por Av. Corrientes no puede ser si no otra cosa más que feliz. Y la Parce siempre cita a alguien que no recuerdo, pero ella recita, a menudo, que uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida. Y Buenos Aires ha hecho lo suyo, así que, siempre volveré… 


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