domingo, 29 de mayo de 2011

El vicio solitario y la ciberpornografía


En algún momento el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, llamó al acto de la masturbación: el vicio solitario, por razones muy claras para todos. Esta denominación le atribuye un efecto negativo al acto de procurarse placer sexual, y,  aunque, actualmente se sabe que es un acto natural del ser humano, sabemos que en los extremos de cualquier actividad, muchas veces está el peligro.
 Pero, como no pretendo discutir si la masturbación es buena o no, porque claro está que a muchos  chavalos y chavalas nos saca de apuro, y me permito involucrar a las mujeres porque hay que desmitificar que los hombres somos los únicos que disfrutamos de “hacer el amor con uno mismo” como diría el famoso y prolífico Director de cine Woody Allen.
No me opongo en ningún sentido a este acto, ni juzgo a quienes lo practican, ni tildo de reprimidos a los que se privan de hacerlo. Cada persona tiene derecho a vivir su sexualidad de la forma que considere satisfactorio, siempre que se respete a los demás y no se perjudique a nadie.  Hay muchas formas de masturbarse—dicen--, pero hacerlo en un cibercafé exponiéndose a que lo vea cualquier usuario del ciber es, sinceramente, repugnante.
Les cuento: un día de la semana pasada a eso de las ocho de la noche me dispuse a visitar un ciber para revisar mi correo, descargar unas canciones  e investigar una pequeña tarea de la universidad (dicho en el orden de prioridad estudiantil). Suelo llevar mi computadora y conectarme inalámbricamente, pero la pereza me ganó y me fui sin más que mi USB personal. Por suerte, no estaba lleno, había dos máquinas libres y le pedí una hora a quien lo atendía.
Imagínense que el ciber es un espacio cuadrado con máquinas en filas en cada pared, de modo que queda la fila de un lado frente al otro, con un espacio reducido en el centro. Yo, quedé frente a la fila que estaba completamente llena de personas usando las computadoras, mi vista recorrió el lugar como de costumbre y empecé a “navegar” en la web. Un tipo como de unos cuarenta años o menos estaba en frente, con audífonos puestos.
Al cabo de media hora, creo que mi curiosidad de periodista y mi costumbre de estar observando a mi alrededor hizo que rápido me diera cuenta que dicho sujeto estaba masturbándose, seguramente, viendo pornografía. Aunque en el ciber abundan  rótulos coloridos que dicen “prohibido visitar sitios pornográficos”, al parecer el tipo no los leyó al entrar. La camiseta blanca, bastante holgada que llevaba puesta le servía para ocultar el frenético movimiento cuando alguien pasaba.
Dicho acontecimiento que puede suscitar  asombro vale una infinidad de reflexiones. No soy psicólogo para precisar una patología a este sujeto, sin embargo, considero que ahí está la raíz de algunos problemas. Creo que la masturbación cuando se vuelve un vicio que afecta otras actividades de la vida  y se convierte en algo que no puedes evitar, significa que estás frente a un enorme problema.
 Por otro lado, a estos ciber  llegan muchos niños de primaria o secundaria a investigar en internet; pero, por lo que he presenciado, ya no sólo se exponen a los peligros que la misma red conlleva, si no a maniáticos sexuales que no les importa masturbarse en público. A lo mejor hay algo que se deba añadir a esos rótulos que prohíben navegar en sitios pornográficos: “mastúrbese en su casa”.

El miedo también es sublime


¿El sótano del ángel? Fue lo primero que vino a mi mente al enterarme de la nueva producción de José Adiak Montoya. De inmediato me invadió la curiosidad que me posee cuando me encuentro con un libro interesante, de esos que no puedo dejar de leer y que me prometen pasar “toda una experiencia”. Y fue así: leí la novela amenamente y la historia hizo lo suyo. 

La palabra “ángel” del título me sugirió un asunto espiritual, pero la palabra “sótano” me conectó con lo macabro, la oscuridad y lo oculto. Sin ninguna duda intuí que el personaje central era alguien bueno, pero que tenía un lado oscuro. Al empezar la lectura de la novela inmediatamente Leónidas  Parajón fue mi primer referente del título.

jueves, 19 de mayo de 2011

La dulce escritura de una mujer

Yo pensaba que las mentes que creían que la mujer era inferior al hombre habían quedado sepultadas en el siglo XIX o en el renacimiento; sin embargo, me he encontrado en pleno inicio de siglo XXI con hombres jóvenes que parecen traídos de esa época por una máquina del tiempo, pues su pensamiento es tan retrógrado y misógino que no entiendo por qué se dicen llamar literatos y por qué presumen de tanta lectura, cuando sus comportamientos y actitudes solamente expresan ridícula pedantería.

Me refiero específicamente a un grupo de jóvenes literarios que existe en mi universidad antes de que yo ingresara a estudiar filología y comunicación, sus identidades me las reservo porque de ninguna manera pretendo ofenderlos con mi opinión, simplemente me limito a expresarme.

El hecho es que en cada simposio o alguna actividad literaria en la que ellos se presentan no aprovechan la oportunidad para manifestar su quehacer poético o literario, más bien pierden el tiempo señalando y criticando destructivamente lo que otros no hicieron o no han hecho, de manera que no hay poeta o escritor actual o de antaño en Nicaragua al que ellos no incluyan en su incesante diatriba.

Debo señalar, como caso especial, la crítica que le hacen a Gioconda Belli, muy parecida a la crítica que el autor del libro “Mujeres que matan” le hizo a la escritora leonesa Gloria Elena Espinoza de Tercero en el suplemento “Nuevo amanecer cultural”. Podría hacer una enumeración de los “argumentos” con lo que pretenden subvalorar el quehacer literario de Belli, sin embargo por respeto muy merecido a esta señora no los reitero.

Hay en sus críticas mucho machismo. No valorar la ardua tarea que han emprendido las mujeres dentro de la sociedad y la literatura es injusto, pues imaginémonos lo duro que fue para la mujer en épocas pasadas incursionar en un ambiente dominado por los hombres como lo es la literatura, cuánto más difícil fue para Gioconda Belli irse abriendo paso entre las murallas patriarcales y machistas, y eso sin sumar su condición de centroamericana, tercermundista o nicaragüense: realmente difícil.

Yo creo que confunden sus gustos literarios con lo que realmente es artísticamente “bueno”. Muchas veces estas ácidas opiniones las hacen descontextualizando a la creadora literaria. No podemos esperar que Gioconda Belli escriba muy al estilo del Medioevo. Es evidente que su producción literaria se debe aproximar a lo que el formato actual y comercial exige en esta sociedad, pues si no cómo hace para compartir su pensamiento a tantas personas. Es lógico que se note la diferencia. Sin embargo, en ningún sentido pierde el mérito artístico o lo que ha logrado literariamente.

Hace unos años Hanzel Lacayo, sin conocernos personalmente, me comentaba en mi blog que “el poeta debe preocuparse más por atender su talante que buscar explicación o justificación a las creaciones de los demás, a no ser para su propio deleite”. En ese punto coincido con Lacayo, pues en lugar de señalar y juzgar lo que han realizado otros, deberían de enfocarse en lo que proponen literariamente si es que realmente desean aportar algo productivo.

Para terminar, creo que las mujeres tienen por naturaleza un modo especial para escribir, particularmente a mí me gusta leer a mujeres; aunque generalmente no ando diferenciando entre el género o condición sexual de los autores que leo, pues fue hasta hace poco que me di cuenta de la manera tan dulce que escriben las mujeres, pues quién no ha sufrido con los “sonetos de la muerte” de Gabriela Mistral o quién no disfrutaría leyendo “El pergamino de la seducción” de Gioconda Belli. Hay que leer sin prejuicios y nuestras autoras son geniales, disfrutemos la miel de sus literaturas.

 

sábado, 14 de mayo de 2011

¿Ha nacido el apocalíptico anticristo?


“¿Ha nacido el apocalíptico anticristo?
Se han sabido presagios y prodigios se han visto
Y parece inminente el retorno del Cristo”
Rubén Darío

Parece amenazador este 21 de mayo. Unos cuantos rótulos  en las vías de la capital nos advertían desde algunos meses atrás que el día del juicio final sería ésta fecha, un común y corriente 21 de mayo. Yo—sinceramente-- esperaba que fuese otro día. Mil veces me he preguntado por qué eligieron ese día y cómo saben ellos (quienes promulgan esa idea) que ese día se acaba lo que todos conocemos como mundo.

No voy a negar que quizá hace diez años la idea de que el mundo se acabara despertaba en mí cierto temor. Me sentía horrorizado ante la imagen de ser partícipe de una realidad al estilo película Hollywoodense. Pero ahora que tengo veinte años, nada que ver. Sin la intención de ser refractario con lo que otros piensan, considero que hay cosas que despiertan ahora en mí más pánico que “el fin del mundo”, pues con la realidad que ahora se vive “el fin del mundo” sólo vendría a limpiar en muchos sentidos la tierra o el cosmos, si acaso este planeta llegara a desaparecer; sin embargo todo eso no creo que suceda.

Cabe aclarar que no soy religioso, ni pretendo serlo; pero las cosas que acontecen, que ni siquiera hace falta enumerar porque cada uno de nosotros las conoce de distintas maneras, parecen haber salido de una profecía apocalíptica que se repite incansablemente.

Tiranos que construyen murallas ideológicas, cadenas machistas, séquito esclavo e irracional que sigue incondicionalmente a su líder, un pueblo acorralado sin escapatoria alguna, la libertad como el horizonte vago de un cuadro de Dalí: utópico. Sin salida. Esa parece ser la realidad de la que el “fin del mundo” promete sacarnos.

Hace unos días comentaba mi maestra de Estudios Rubendarianos acerca de los últimos suspiros de la vida de nuestro gran poeta, profundizábamos tanto en este asunto que la profesora describió sabiamente las palabras que resuenan todavía en mi mente y que les comparto: “uno se aferra a la vida, pero llega un momento en que el dolor que te agobia es tan insoportable que  pensás que estás listo para morir, porque la muerte es el único alivio a tanto dolor”.

Ese es para mí el motivo por el que  nos inquietemos ante la posibilidad de un final común para todos como mundo o sociedad. Independiente de nuestra segura muerte individual “necesitamos” el día en que “todos nos acabamos” como esperanza a que todo esto que llamamos mundo, con lo bueno y con lo malo, se termine junto con nuestros pesares o dolencias de humanos. Sin embargo, lamentablemente,  eso nunca pasará.


Nos toca seguir.  ¿Despertar cada mañana y esperar que llegue el “Fin del mundo”? No,  seguir y decir como Darío en su  poema Canto de esperanza “Ven, señor…con temblor de estrellas y horror de cataclismo, ven a traer amor y paz sobre el abismo.” Hasta que llegue nuestro propio “fin del mundo”, que para muchos ya se acabó.

sábado, 7 de mayo de 2011

El glorioso inspirado

Muchas cosas se han dicho de las influencias que tuvo nuestro poeta Rubén Darío para que se llegara a formar y consolidar en la enorme figura literaria que es, incluso él proporciona numerosas indicaciones acerca de las fuentes y la amplitud de su educación. Ya lo he dicho antes, definir a un artista no es tarea fácil y tratar de explicar la fase formativa de un magno literario como Darío es todo un desafío; sin embargo lo que pretendo es reseñar y mencionar de forma breve aquellos autores y circunstancias que sirvieron de inspiración y motivo recurrente en su creación literaria.

La apasionante espiritualidad y excelsa inspiración de Darío comienza en un medio propicio como León. Basta remontarse a la época, ese siglo XIX en el que ésta ciudad, más que ahora, era un símbolo de religiosidad, devoción y mito. León guardaba esos vestigios coloniales que impactarán su vida. Sufría de terrores nocturnos y de pesadillas, que tejía las historias de aparecidos  que le contaban un sirviente, el indio Goyo, una criada mulata, Serapia y su abuelo que vivía con él. De esta manera fue absorbiendo la tradición hispánica, el pasado indígena y afro-americano.

jueves, 5 de mayo de 2011

Waldir Ruiz, responde al VIH desde la comunicación social

 Por Andrea Luque

Waldir Ruiz es un joven estudiante de Comunicación Social y Filología de la UNAN-Managua, a quien conocimos gracias a un plan de formación diseñado para mejorar el abordaje del VIH y sida entre futuros profesionales de los medios de comunicación social de Nicaragua.
Desde el inicio, Waldir nos mostró un maravilloso entusiasmo por aprender, capacitarse y adquirir nuevas herramientas para la respuesta al VIH desde una perspectiva comunicacional. Hasta la fecha, ha publicado dos artículos en El Nuevo Diario -periódico donde realiza sus prácticas profesionales y uno de los más importantes del país- y está a punto de publicar el tercero.
Gracias a su entusiasmo y disponibilidad, Waldir también ha pasado a formar parte del Consejo de Comunicación (COCO), que es el nuevo grupo de adolescentes y jóvenes, personas con VIH y estudiantes de comunicación social, encargados de diseñar, elaborar y protagonizar todos los mensajes y las acciones de comunicación para la prevención del VIH y la defensa de los derechos de las personas con VIH y sida
Waldir es un buen ejemplo del cumpliimento del objetivo perseguido con la nueva alianza del proyecto con la UNAN, donde participaron 62 estudiantes(42 mujeres y 20 hombres) a fin de “acercar a las y los futuros profesionales de los medios de comunicación social los conocimientos necesarios para la buena práctica en el abordaje del VIH y sida, a fin de lograr difundir valores de prevención, solidaridad, equidad y derechos”.
El joven comunicador califica de “enriquecedora” su relación con
CISAS."Yo cursaba cuarto año de esta carrera y la información brindada en cada uno de los cinco encuentros fue muy valiosa, sentí que me ayudaría ejercer mejor mi rol de comunicador a la hora de abordar este tema. En vista de que yo realizaba prácticas en El Nuevo Diario, CISAS fue importante para mí como fuente y motivación a la hora de decidir escribir acerca de temas que me inquietan y que sé que originan cambios sociales. Un ejemplo de ello fue cuando asumí la tarea de escribir un reportaje acerca de la realidad de los niños afectados por el VIH en Nicaragua, dicha misión implicó poner en práctica y en acción lo aprendido en los talleres”, nos explica.
Igualmente, Waldir nos asegura que ha fortalecido sus vínculos con el proyecto desde que comenzó a formar parte del COCO. “De esta manera he combinado mi trabajo en el periódico con la información que he adquirido en CISAS, llevando de muchas maneras las temáticas de esta institución a este rotativo nacional”.
Para él, el cambio en su vida ha sido “rotundo”, porque se ha
encontrado con una "institución que coincide con su filosofía de vida: “sus políticas de respeto, no discriminación y el manejo adecuado en temas de salud que benefician a todos los nicaragüenses ha sido algo que siempre he idealizado, pero que en CISAS he encontrado. También, porque se me ha dado la oportunidad de pertenecer al Consejo de Comunicación y formar parte de esos jóvenes que creemos que sí se puede lograr un cambio positivo en nuestra sociedad”.
Gracias a su vinculación con el proyecto, Waldir asegura que ahora es un estudiante que siente que está “haciendo algo productivo, cumpliendo mis sueños y que todavía puedo dar más y lo mejor de mí”, porque para este joven “mi sueño siempre ha sido comunicar cosas que generen cambios sociales y que lleven un mensaje positivo. Porque antes yo me encontraba en casa y en la universidad sin poder realizarme o poner en práctica todo lo que he aprendido. Me sentía frustrado ante la posibilidad de concluir mi carrera y no hacer nada o no encontrar un espacio donde hacerlo. Y ahora me siento bien porque CISAS me ha dado herramientas y ha contribuido a que yo mejore profesionalmente y ser mejor. Formar parte del COCO significa contar con un espacio para realizarme y compartir conocimientos y experiencias”.
Al igual que Waldir, muchas y muchos compañeros de la UNAN han pedido a CISAS continuar con los planes de formación. Estos estudiantes nos expresaron que esta actividad “es la primera en la que recibimos de manera constante información integral sobre el VIH y el sida”, lo que consideraban “necesario para mejorar los conocimientos y así educar a otros que carecen de ellos y, al igual que yo hasta hora, no le daban mucha importancia”.