domingo, 29 de mayo de 2011

El miedo también es sublime


¿El sótano del ángel? Fue lo primero que vino a mi mente al enterarme de la nueva producción de José Adiak Montoya. De inmediato me invadió la curiosidad que me posee cuando me encuentro con un libro interesante, de esos que no puedo dejar de leer y que me prometen pasar “toda una experiencia”. Y fue así: leí la novela amenamente y la historia hizo lo suyo. 

La palabra “ángel” del título me sugirió un asunto espiritual, pero la palabra “sótano” me conectó con lo macabro, la oscuridad y lo oculto. Sin ninguna duda intuí que el personaje central era alguien bueno, pero que tenía un lado oscuro. Al empezar la lectura de la novela inmediatamente Leónidas  Parajón fue mi primer referente del título.

Un halo de misterio envolvía la novela, por lo tanto esto alimentaba mi curiosidad a medida que develaba cada capítulo del relato. La voz femenina que de entrada narra su amor incondicional hacia alguien “peligroso” fue el preámbulo y el primer motivo para leer la obra hasta el final. 

Siempre me han gustado las novelas de terror o góticas; sin embargo este tipo de literatura sólo la había encontrado en literatura Norteamericana y Europea. Un ejemplo de estos ha sido el fabuloso Oscar Wilde con “El retrato de Dorian Gray”-- uno de los libros que más quiero-- o la controvertida Anne Rice con sus crónicas Vampíricas, esto por mencionar a mis favoritos porque la lista de autores que han cultivado el género de terror es inmensa, entre ellos Mary Shelley con su Frankenstein (1818)  y Bram Stoker con Drácula (1897).
 
En Nicaragua se tiene en muy alta estima a aquellas producciones que rescatan la identidad nacional, y no está mal; sin embargo a una obra literaria nicaragüense se le pueden encontrar elementos artísticos valiosos capaces de brillar en el universo literario e imponerse como una nueva tendencia que trascienda y marque un momento en la historia de nuestra literatura. Por consiguiente, muy poco se habla de géneros estéticos como en el que aquí pretendo desarrollar, en vista de que este nuevo y talentoso escritor nos presenta en su primer novela un estilo muy bien trabajado de lo que suele llamarse novela de terror, gótica o novela negra.

Clasificar una  novela como de  terror es muy difícil, porque generalmente los autores lo  mezclan con otros géneros o movimientos artísticos, estéticas y demás. De esta manera, nos encontraremos a un autor como Edgar Allan Poe en el romanticismo y entre los cultivadores del terror moderno. Por consiguiente, mi aseveración es que El sótano del ángel “(2010) de José Adiak Montoya es una novela de terror postmoderno.  

La voz omnisciente que nos cuenta la historia me hizo rápidamente levantar en mi mente los muros de la iglesia del pueblo (“Los almendros”), la calle de adoquines por la que Leónidas (personaje principal) descendió, y las casitas del pueblo; es decir, desde el primer capítulo me di cuenta que estaba ante una novela oscura porque la ambientación romántica del primer capítulo me lo insinuó y luego confirmaría que la novela es de terror postmoderno desde el título hasta la última página.  

El paisaje de “Los almendros” es sombrío, desolado, como abandonado e ignorado; pero esta soledad es lo que lo hace atractivo para transeúntes y todo tipo de personas. La bruma que parece ocultarlo acentúa su misterio, los inviernos hacen estragos en el pueblo,  de modo que la atmósfera construida por José Adiak para los personajes de su novela inspira melancolía por sí misma y esta es una cualidad de los textos góticos.

Del mismo modo, la depresión profunda de Leonidas Parajón, la angustia de sus padres, la soledad en la que vive y el amor enfermizo que le profesa a Elia López sumado con el vínculo sobrenatural que guarda con su difunto hermano fueron los ingredientes básicos para mantenerme bajo el suspenso, el misterio y el miedo sublime durante todo el relato.

En la novela de Montoya se advierte un erotismo agazapado “El tesoro del amor entero de la mujer de sus visiones” (p135), Leonidas sufría su amor obsesivo por Elia López, mientras ella deseaba y extrañaba cada noche al novio ausente  “…pensaba en el cuerpo de Eric Jacobson y  automáticamente su mano fue a las laderas de su sexo debajo de sus pantaloncillos” (p167).

Los personajes (principales) de las novelas de terror o góticas son trágicos, generalmente, condenados a una eterna e imposible búsqueda. Leonidas Parajón padece esquizofrenia producto de un terrible shock emocional producido en su niñez, este inicia con la pérdida del brazo de su hermano Bruno Parajón y la muerte del mismo, tiempo más tarde. Todo ello “por su culpa”. De esta manera, la culpabilidad será el martirio que nunca cesará ocasionándole ese crítico estado mental que lo condenó a ir obsesivamente tras el amor de Elia López. La familia Parajón claudicó a su vida y se entregó a la eterna sombra del luto de su hijo, destruyendo y relegando por completo a Leonidas, convirtiéndolo en el monstruo en que se convirtió.

La soledad de Leonidas conmueve y sacude profundamente, da miedo. Y es ese miedo a la nada la característica del hombre occidental, de los tiempos posmodernos[1]. Estar solo es una realidad de consecuencias sociales imprevistas; pero, a pesar de ello no deja de ser un asunto privado que el autor muestra, convirtiendo la soledad de este personaje en un asunto de cruda sensibilidad ya que nos enfrenta a la sensación causada por la muerte de un ser amado. Apela directamente a la compasión de los lectores y ésta es una característica más del género de terror.

Parte del terror de esta novela también se vive en dos grandes pasajes: cuando Bruno pierde su extremidad superior  y  cuando Leonidas acompañado de su amigo Martin “el bobo” asesinan “en un macabro vals bajo la lluvia” (p 128) al longevo que cuida en la nocturnidad a la parroquia del pueblo. Siendo la primera, a mi juicio, la más escalofriante y perturbadora.

Los personajes femeninos de las novelas góticas, por lo general, se encuentran en abandono con el objetivo de apelar a la melancolía. En la novela de José Adiak, Elia, uno de los personajes femeninos vive en la soledad y en la espera de un novio que no está para acompañarla. 

Fernanda Uzaga también está en una especie de abandono, por el día cuidaba de su abuela y por la noche trabajaba en el único bar de “Los almendros”. Este personaje es uno de los más enigmáticos, pues es la única que ama a Leonidas como hombre, el amor platónico que le profesaba de joven lo concretiza en noches de pasión cuando ella es toda una mujer y Leonidas un anciano inconsciente.

En la simbología del ángel encontré elementos de la novela de terror, puesto que el autor ya sea de manera intencional o no, recurre al medievalismo de la imagen de San Miguel Arcángel, pues en la edad media predominó el ángel que pesa las almas para entrar en la gloria, siendo la imagen del  Arcángel San Miguel la que aparece con frecuencia.

Para finalizar, es la novela “El sótano del ángel” de José Adiak Montoya una novela de terror, en la que la culpa y los remordimientos del personaje  principal entregado a un vaciado de sus fundamentos éticos se convierte en representaciones del mal profundamente enraizadas en la mente humana, en los reflejos esquizofrénicos de sus fantasías. Hay una completa desintegración y desconfiguración del mundo que conoce.

Los personajes son extraños y fascinantes, carecen de metas vitales y sus vidas nos muestran el lado oscuro de la rutina y soledad. En palabras de Freud “la obra artística traza un hiato entre la presión pura de lo siniestro y su presentación sensible y real” (Freud, 1974, citado por Trías, 1982, citado por Losilla 1993).





Bibliografía
 
v  Losilla, Carlos. El cine de terror, una introducción. Editorial Paidós. Barcelona, Buenos Aires, México.



v  Lovecraft, H.P, Supernatural Horror in literature. August Der Leth. 1965 (Trad. Cast.: El horror en la literatura. Madrid. Alianza. 1984)





v  Montoya, José Adiak. El sótano del ángel. 1 ed. CEN. Managua, Nicaragua. 2010. 187pp



v  Moustakas, Clark E. Amor y terror en soledad. Morata. Madrid, España. 1920 (Trad. Cast.: Víctor Sapena. Ediciones Morata. Madrid, España.)


Morales y Marín, José Luis. 1986. Diccionario de iconología y simbología. Talleres gráficos de Anzos S.A, Madrid, España.

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