{Este primero de febrero me ha
regalado una imagen hermosa. Después de una semana volví a ver a Tin, que se
encontraba de vacaciones en Chile. Lo extrañé un montón y cuando vino tuve
inmensas ganas de abrazarlo. Me sentí un poco nervioso. Sentí ganas de que me
abrazara. Cada cosa que deseé, la hizo.
Me abrazó, me besó… Yo también hice lo mismo. De Chile regresó con un sabor y
olor a mar y sol que me encantó. Ahí, en el sillón, nos besamos y abrazamos por
largo rato. También me trajo de regalo un libro de testimonios de mujeres
chilenas que quedaron viudas o perdieron un ser querido por la dictadura de
Pinochet. Ese regalo, también, fue hermoso…
(Lunes, 16 de febrero de 2016)}
… Y así llegó a mis manos La Cueca Sola, un libro que contiene los testimonios en primera
persona de seis mujeres que vivieron en carne propia la era del terror en
chile: la dictadura de Augusto Pinochet tras el golpe de Estado y asesinato de
Salvador Allende. El investigador Flavio Salgado Bustillos nos contextualiza y
nos trae el relato de la memoria del mal en voz de sus sobrevivientes.
A menudo, las memorias de dictadura, cuentan con
innumerables relatos de hombres; pero, cuando la búsqueda de esta reconstrucción
de memoria es atravesada por un enfoque de género y se da espacio al testimonio
de mujeres, se descubre que las desigualdades de género abarcan dispositivos de
tortura diseñados, con lujo de crueldad, para torturar singularmente a las mujeres.
Y este trabajo, esta reconstrucción de la memoria,
sin duda, se agradece. Pues así como cita
Salgado Bustillos a Todorov en relación a recordar y olvidar, “la
recuperación del pasado es un derecho legítimo en democracia; pero no podría
ser un deber. Sería cruel obligar a una persona a rememorar los hechos más
dolorosos de su pasado. Bajo esta premisa, el derecho al olvido también existe
y es una opción.” Pero aquí mantener la memoria colectiva es necesario en
cuanto a no repetir y evitar que vuelva el terrorismo de Estado.
Otro aspecto destacable de este libro es que
recupera el trabajo de mujeres organizadas que, pese a todo, han seguido la
lucha por la igualdad y la permanente búsqueda de la justicia para ellas, sus
familiares y todas las personas que fueron víctimas por el aparato represor de
la dictadura de Pinochet. Estas mujeres chilenas que protestaban son sin duda
un ejemplo de la resistencia de muchas mujeres en Latinoamérica. Ese acto
pacífico de bailar la Cueca Sola en Plaza de Armas durante la dictadura de
Pinochet dice mucho de su valentía en esos tiempos de horror.
Estas mujeres me recordaron a las abuelas de plaza
de mayo acá en Argentina. Y a muchas otras mujeres que conozco. Me estremecí
con cada uno de sus recuerdos. Los imaginé, los sufrí y los lloré con ellas.
Son testimonios que entregan mucha tristeza; pero mucha esperanza también,
ganas de resistir y seguir intentándolo todo por la justicia, por nuestra
justicia.
Y uno de los recuerdos que más me rompió el
corazón fue el de doña Violeta Zúñiga, una de las bailarinas principales de la
Cueca Sola, quien a sus 81 años rememoró
para el libro a su compañero desaparecido; Pedro, como lo llama ella. A quien a
veces recuerda en un sueño—recurrente— en que van en barcos diferentes solo
alcanzándose a saludar con un gesto que se pierde en la distancia. “Él viene a visitarme y le digo. ¿Por qué
vienes y te vas? Le reclamo que se quede conmigo. Luego despierto y vuelvo a la
misma soledad.” Así con mucha
nostalgia y tristeza terminé de leer La Cueca Sola, mujeres, memoria y lucha (ni
perdón ni olvido) Y yo hoy, no quiero recordar.
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