viernes, 28 de noviembre de 2014

Querido Albert…



A Camus, por supuesto.

Estuve en tus zapatos y dormí al lado de la ventana. También pasé horas bajo la luz de la vela leyendo el zine feminista que llevó la Tita mientras mi mama hacía la cena. Si, los mismos frijoles de todas las tardes, con la excepción que, esta vez, la ración disminuyó. Es difícil comprar frijoles ahora. Si, estuvimos en las mismas. Albert, también estuve llorando hasta quedarme dormido. Hasta volver a despertar en la madrugada para volver a llorar. Y pude conocer aquello que sentiste al saberte pobre entre los pobres. Todo esto en el mismo día y en tu misma noche. Estuve caminando por tus calles y el sol, de este lado, me hizo mella. Estuve leyendo tus hojas sueltas y, Albert, créeme que estoy intentando guardar en mi mente como un Sutra sagrado aquello que me decís de que el origen no determina el destino. Entonces, solo así, respiro profundamente y me vuelvo a dormir del lado de la ventana.

Fotografía by Waldir Ruiz

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