He tenido la oportunidad de compartir espacios
como charlas y conversatorios en lo que va del último mes y hay una pregunta
con afirmación indirecta que se me planteó y ha
quedado como eco en mi mente. ¿Los
jóvenes en Nicaragua sólo estamos interesados en el consumo, la supervivencia
cotidiana y estamos en total apatía con
la política? Es probable, de hecho, muy
probable que eso tenga algo de verdad. Para qué decir que no, si he visto sus
rostros y escuchado sus historias.
Pero no todo es así. Debo decir que para mí esa es
una visión adultista muy reducida de lo que vendría a ser una “caracterización”
de la juventud nicaragüense. Lo que sí es una realidad es que desde la niñez
desarrollamos cierta apatía hacia la política partidaria nicaragüense, por obvias
razones claro está.
Una de esas razones obvias es que se nos excluye
de una verdadera participación política porque lo que suele considerarse “participación”
o “inclusión”, para el Estado, sólo es un llamado a seguir al gobierno de turno.
Cero espacios de reflexión y debate de temas que nos interesan. También se nos presenta la Política como un
concepto abstracto que sólo les compete a las burguesías, oligarquías y demás
grupos minoritarios que hacen y deshacen con nuestro país.
Pero no
toda la gente joven está en ese letargo que gusta tanto a quienes insisten en
subestimar nuestra capacidad de ejercer
ciudadanía activa y defender nuestros derechos. Al menos yo, he aprendido que los
pequeños actos de supervivencia cotidiana tienen el poder de transformar nuestros
contextos. Que algo que nunca podrá controlar ningún gobierno y/o dictadura es
nuestra espontaneidad para organizarnos y demandar lo que queremos.
Y si, hasta que no aprendamos que nuestra
desobediencia civil, ante las “pequeñas” injusticias cotidianas, puede
desencadenar los cambios que queremos, pues no lo lograremos. Nuestra
resistencia es la mejor arma para la lucha pacífica que libramos cada día ante
todas las violencias e injusticias que nos rodea. Debemos convencernos de que
esos “pequeños” actos cotidianos pueden ser los actos políticos que necesitamos
para cambiar.
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