Yo quería leer esta novela
de Carlos Fuentes en las vacaciones del 2014 cuando la compré, pero
recién la leí hace unas semanas. Anduvo conmigo todo este tiempo y tuvo la
paciencia de esperarme como buen amante o algo así. La Frontera de Cristal es
una novela narrada en nueve cuentos, donde sus personajes, a veces, se pasean o
se encuentran en los cuentos de otros. Como un largometraje al mejor estilo de Alejandro González Iñárritu.
Hay un personaje que Fuentes
va utilizar como elipsis: Leonardo Barroso, quien será la sinécdoque del típico
político y empresario corrupto latinoamericano. Si bien la novela hace una
revisión histórica de lo que ha sido la durísima relación México- Estados
Unidos, expone en gran parte a aquel México de principios de los 90´s siendo
violentado por los Yanquis con sus Tratados de Libre Comercio (TLC).
Y sobre la corrupción
Fuentes expone en La Pena, uno de mis cuentos favoritos de toda la novela: “En México siempre ha habido gente corrupta,
autoritaria y con exceso de poder. Pero todo se les perdona si al menos son
serios (¿hay una corrupción seria y otra frívola?). La frivolidad es lo
insoportable, lo imperdonable, la burla a todos los jodidos (p36).”
La novela además de permitir
dimensionar la violencia de Estados Unidos hacia los mexicanos también permite
extrapolar esta realidad al resto de Latinoamérica, porque, claramente, ha sido
todo un continente, desde el DF hasta la Patagonia quienes nos hemos visto
afectados por las políticas invasivas de los Estados Unidos.
La novela constituye una
delicada y profunda observación de Carlos Fuentes hacia los mexicanos donde
cualquier latinoamericano puede verse reflejado. El racismo, la violencia, la
corrupción, la pobreza, la dignidad, la homosexualidad son algunos de los
grandes temas que expone. Revela la complicidad de nuestros políticos corruptos
en el saqueo y explotación de los pueblos latinoamericanos. Todo esto a través
de las nueve historias de personajes tan humanos y cercanos que dan ganas de
llorarlos.
En una conversación por
celular del personaje Leonardo Barroso con otro, Fuentes nos arroja una
realidad: “En cuestiones de narcotráfico
solo hay latinoamericanos culpables, Señor Barroso, mexicanos, colombianos,
nunca norteamericanos; ése es el eje del sistema, en los EE UU no puede haber
un solo narcobarón como Escobar o Caro Quintero, los culpables son los que ofrecen,
no los que piden, en los EEUU no hay jueces corruptos, ése es monopolio de
ustedes , aquí no hay pistas de aterrizaje clandestinas, aquí no se lava
dinero, Señor Barroso… (p 269)”.
Y de vez en cuando arroja
una que otra denuncia: “… las maquiladoras (que) les permitían a los gringos
ensamblar textiles, juguetes, motores, muebles, computadoras y televisores con
partes fabricadas en los EE UU, ensambladas en México con trabajo 10 veces
menos caro que allá, y devueltas al mercado norteamericano del otro lado de la
frontera con el solo pago de un impuesto al valor añadido… (p126)”.
Explora la identidad del
migrante, del habitante de la frontera, del chicano, el colonialismo, el
oscurísimo e histórico juego de los Estados Unidos con nosotros: jugando a que
ellos son inocentes, morales y democráticos y nosotros narcotraficantes,
bailarines, consumidores de coca cola.
Cuando son ellos los que financian las guerras, las dictaduras y luego venden y
compran la paz. [“pobre México, tan lejos
de dios y tan cerca de los Estados Unidos”]
Leída en un buen momento,
justo cuando también leo noticias acerca de la Nica Act.
Y esto huele a historia vieja y repetida. Huele a triste novela. ¿Pero qué
puede hacer alguien como yo contra toda la violencia del mundo? Tal vez, comerme un empalagoso alfajor terrabusi triple torta y dormir(?).
No hay comentarios:
Publicar un comentario