Vine al mundo un año
bisiesto, eso explica muchas cosas. Soy Dragón en el horóscopo chino y según
los designios mayas “sobrevivir” es mi aprendizaje en esta vida. Como sea,
estoy acá. Nací en un caluroso pueblito de León, Nicaragua. De niño recuerdo
sentirme incómodo muchas veces, como con mucha timidez para socializar.
Recuerdo también que me gustaba ir al patio de mi casa y comer melones. Meter
mis manos en los sacos de trigo y dejar que el polvillo me diera picazón haciéndome
estornudar. Mi papa trabajaba en el campo, por eso siempre había muchos granos
regados en el patio.
De mi infancia solo conservo
a un amigo, porque los demás vinieron con la vida de joven adulto. Tener amigos
se va haciendo más difícil en la medida en que crecés, sin embargo, cuento con
personas favoritas, con las que todavía puedo ser vulnerable sin el miedo a que
luego me hagan daño. Mis mejores años empezaron con los 20. A pesar de todo,
estos han sido los mejores. La niñez y la adolescencia están ahí, memorables
como fase, pero la nostalgia por ellas no existe. No puedo entender a la gente
que siente nostalgia por su niñez y adolescencia.
Todos mis estudios los hice
en la escuela pública. Me encanta estudiar. Mi mama y mi papa se esforzaron
muchísimo para que yo estudiara, para que supiera pararme frente al mundo. Me
cuidaron muchísimo, me protegieron. Nunca me pasó nada porque ellos estaban ahí
todo el tiempo. Me defendieron. Me amaron. Lo complicado vino después, hasta
que solté sus manos y empecé a caminar por mi cuenta.
Un día me enamoré
profundamente de un chico. Y él me amaba también. Y nos queríamos muchísimo.
Nos mimábamos todo el tiempo. Hablábamos de cosas que nunca le contaré a nadie.
Podía pasar un día entero recostado en su brazo, entre su axila y un costado de
su pecho mirando el cielo raso. Nunca había experimentado esto del amor. Pero
es real y existe. Yo lo probé con él. Y también vino lo inevitable. El fin. Y
la pasé mal como todos los que nos hemos quedado colgado de un sentimiento. Un
silencio al otro lado del teléfono. El mensaje que no entró más.
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