Quiero fijarme en la punta del lápiz, pero no
puedo. Intento escribir un cuaderno a manera de diario y olvido hacerlo,
entonces, así consigo tenerlo conmigo desde hace tres años sin poder llenarlo o
cambiarlo por otro. Subrayo citas que no volveré a leer nunca porque cuando eso
pasa ya no me parecen brillantes o importantes, así asumo que no me interesarán
después. Ensucio mucha ropa porque derramo el helado, la sopa y los frijoles… Y
por esa antigua maña de infancia al secar mis manos detrás de mis pantalones, en
el anverso de la remera y las mangas de la camisa. También suelo escoger un
vaso y usarlo siempre, escuchar las mismas canciones rumbo a la universidad,
recorrer los mismos espacios del cariño: el
doloroso retorno a la sonrisa. También oler los mismos lugares, cerrar las
puertas, las ventanas y los cajones antes de dormir… Llorar por los mismos
motivos, quemarme en los mismos dedos mientras cocino. Dormirme tarde y escribir cada día.
*Fotografía
by Waldir Ruiz
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