…soy
el bunny boy que cree que se enamoró
del
chico
que nació amarillo. El mismo que ya
no
puede quererme y que yo pretendo guardar con
cariño
y luego olvidar.
Y
sí, tal vez solo soy el bottom boy que
se enamora
segundos
después del primer abrazo. Que guarda
olores
que no existen más para de vez en cuando recordar.
Y
este chico que nació amarillo dice trillado:
“gracias
por darme tanto, y
perdón por darte tan poco”.
Y
yo erro en disociaciones. Erro profundo y soy apenas
consciente
del gran poder que tengo sobre mi vida.
Y
en esta ciudad donde todos me quieren por una
noche,
donde encarno lo efímero y ellos se saben
eternos,
propios y duraderos,
yo deambulo entre desconocidos
que
desconocen mis rasgos.
Y
entre tanta dicha, me reconozco con
una
pequeña desdicha.
Y me siento burdo queriendo aun
esos
rostros, en esta ciudad, repleta
de
bocas con dientes manchados de vino,
de
dientes manchados de mate, de bocas
llenas
por igual de honestidad y mentira.
De
bocas que huelen mal y dientes amarillos.
Y
me redescubro pequeño
dentro del abrigo del chico
que nació amarillo, que me cubre todo tal como
una bolsa grande y negra que cubre un cadáver.
una bolsa grande y negra que cubre un cadáver.
Y
escondo mis manos como se esconde él.
Y
me permito sentir un poquito de vergüenza
y
pena mientras vuelvo a casa.
*Fotografía
by Kevin Thruong
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