Es así. Crecimos en una cultura donde nos enseñan
a avergonzarnos cuando hablamos de sentimientos. Bajo ninguna circunstancia.
Eso de las emociones está reservado para el espacio privado, para el hogar y,
por supuesto, es cosa de mujeres, madres, hijas, niñas… ¡Jamás de hombres! ¿Y
los problemas de pareja? También se arreglan en casa, en el cuarto… y con todo
el sarcasmo y violencia nos dicen: ¡En la cama! Si, aunque signifique
violencia. Violencia sexual y psicológica que está penalizada.
La última vez que conversé con una chavala que
había sido víctima de violencia por parte de su pareja me comentó que la
Policía al momento en que ella intentó poner la denuncia le dijo: “De eso ya
estamos hartos, vaya a solucionar esos problemas en su casa”. Ella había salido
corriendo de su casa una vez que su cónyugue llegó borracho intentando
golpearla como otras tantas veces que sí lo había hecho.
Es frustrante que todo el mundo crea que la
violencia en el hogar deba solucionarse en este mismo sitio. Aun los mismos
policías que, en teoría, deberían saber que la mayoría de esas denuncias que no
reciben y otras a las que no dan seguimiento resultan auténticos
femicidios. Policías y medios de
comunicación, ¿cuándo aprenderán que no son crímenes pasionales ni celos?
Me enoja que después de tantos años nuestros
sentimientos no sean algo que debamos educar con inteligencia. Que nadie quiera
hablar del terreno de los sentimientos. Ese terreno vedado y conminado al silencio
¿Por qué hay hombres matando a mujeres que “aman”? Porque, tristemente, en el
hogar, en la escuela y en la iglesia nos siguen haciendo creer que el ser amado es de nuestra propiedad. Que las
mujeres son propiedad de sus esposos como un objeto que se posee. Y los femicidios seguirán en aumento hasta
que no seamos educados en el terreno del amor, de los sentimientos…
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