El horario de verano en este país austral es una
locura y me gusta muchísimo. Aun no sé qué hacer para acostumbrarme, pero creo
que estar sin acostumbrarme es mi estado de costumbre. {¡Cómo me gusta repetir
palabras últimamente!}
Y así, un día de Snoopy y Charlie Brown, descubro
que comer helado de menta es como tragar crema dental y por más que me guste el
sabor que da tener la boca limpia, nunca me gustará el helado de menta. Y
descubro también, que no soy bueno comiendo helado en cucurucho porque siempre
se derrama y se cae a pedazos de mi mano… y que ensucio la ropa.
Porque esta vez mientras miraba la película hubo
un brazo tocando mi pierna. Porque no sé lo que traza el sentido ni la
pertenencia, ni el sentido de pertenencia; pero descubro que puedo llegar a ser
una máquina productora de mis propios recuerdos bonitos.
Y que me gustaría vivir un poquito más… Con mi optimismo de Snoopy y el cariño
Charlie Brown.
Al chico de los espejuelitos...
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