Flora Velásquez |
Medir los sentimientos en tiempo-espacio- tierra siempre me ha parecido un tanto absurdo: “Tenemos cinco años de conocernos”, “te conozco desde mi infancia”, “tenemos una relación de diez años” “cursé la universidad con él y siempre fui su amigo”. Cuántas veces se utilizan estas expresiones para reforzar o dar por sentada la solidez de una amistad, de una relación en pareja o lo que sea. Yo no creo que el tiempo haga amigos.
Tengo una amiga cuyo encuentro fue lo más mágico y líricamente hermoso: la Flor de Mango, Flor del Mal, Pochole, Flora, Flower, Florinda y todos los nickname con los que la conozcan, me encontró, la encontré o nos encontramos; pero como sea que haya sido fue lindo. La Flor es la amiga más surrealista que he tenido hasta hoy. Puede parecer un frágil dominio de la expresión escrita que diga que no encuentro palabras para enunciar esa sincronía, pero no es así. Esta vez creo que no hay palabras para describirlo.
La Flor y yo, desde que nos conocimos, decidimos vivir en el último piso de la ciudad homónima de un cuento intitulado: “Todavía no existe”. Donde los demás ven cielo negro, ella y yo vemos estrellas y lunas, y viceversa. En las calles de “Todavía no existe” la Flor y yo caminamos de puntillas, unas veces con los talones y, otras veces, ella cuenta sus pasos y yo voy contando sus palabras. A diferencia de otros amigos hay un momento en que la Flor me cuestiona, quiere saber qué hago, cómo me siento, qué me gustaría ser. Y sobre todo eso último: ser.
En la ciudad de “Todavía no existe” la Flor del Mal y yo amanecemos siendo unos y nos acostamos siendo otros. Pero en todas nuestras identidades estamos juntos. Nada nos une y nada nos separa. Esa es la magia de la ciudad en la que vivimos y del piso que alquilamos. A veces nos despertamos y yo soy el emancipado. Ella es la bailarina sacándole ventaja a sus 90 de pecho. Luego yo no sé qué soy y ella es una sexy caricatura anime dibujada por mi Rubén…
Al mediodía es probable que ella sea Chiritl y yo Milton en busca del Paraíso perdido. En la tarde, como a las cuatro, ella y yo nos reiremos mucho olvidando quiénes somos. Y al anochecer lloraremos recordando nuestras verdaderas identidades. Despidiéndonos, yéndonos a dormir sin sueño. En “Todavía no existe” sólo enviamos postales y no recibimos nada…
Es cierto amigos no hay y con eso lo has dicho todo, agregar mas a ello es solo decoracion que con la primer rafaga de viento se caera.
ResponderEliminarCiyu.
Pues que te digo, amigos, ummm, mi mamá no cree en ellos fijate, dice que no se debe de confiar completamente en alguien, y es cierto, esto por que me han fallado y tambien he fallado...
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