sábado, 30 de septiembre de 2017

Historias de cronopios, de famas y yo




Escuché que un par de policías buscaban algo de Cortázar. “Rayuela” le dijeron al revistero justo cuando yo pasaba por su lado buscando la parada del colectivo. Un prejuicio me hizo esbozar una sonrisa. Durante todo el viaje del colectivo desde Barrio Alberdi a mi casa pensé en si escribía de nuevo sobre otro libro de Cortázar. Y sí ¿por qué no? Me encanta. Cortázar es mi adoración y cada que leo algo de él no lo puedo evitar registrar.

En el 2015, cuando llegué a Argentina, circulaba por todos los puestos de revistas una colección que tenía vueltos locos a todos. Era la biblioteca Julio Cortázar que habían sacado a la venta Alfaguara en mancuerna con diario La Nación. Ustedes saben, esas promociones que viven sacando. Pero esta vez era maravilloso porque era la biblioteca Cortázar. Yo me había propuesto conseguirlos todos y leerlos toditos, pero eran muchos y muy difícil de encontrar cuando hice esta decisión. Así que solo alcancé a comprar cuatro aleatoriamente.

Siempre busqué con la esperanza de encontrar Bestiario e Historias de cronopios y de famas, pero nada. Cuando me mudé en enero, justo mi roomie tenía parte de la colección y, entre los suyos estaba este último que me fascina. Yo a Cortázar lo he leído mucho en digital, especialmente, estas historias de los cronopios y los cuentos de Bestiario, pero, saben, nada iguala el olor a papel. Soy un romántico. 

Así que estos días me leí esta colección hermosa de relatos cortos. Cómo me cagué de risa y, en otras, me quedé abstraído. Es divino. El libro está compuesto de cuatro partes:  Manual de instrucciones, Ocupaciones raras, Material plástico e Historias de cronopios y de famas. Descubrí que soy 70% cronopio y 30% esperanza. Las esperanzas son otros personajes que aparecen en estas historias.

Y bueno, es así cómo Cortázar se rio de mí con ese humor corrosivo que lo caracteriza. Solo alguien grande como él puede escribir textos tan cortos y salir ileso. Sin ningún rasguño. Excelso. 


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