Escuché que un par de
policías buscaban algo de Cortázar. “Rayuela” le dijeron al revistero justo
cuando yo pasaba por su lado buscando la parada del colectivo. Un prejuicio
me hizo esbozar una sonrisa. Durante todo el viaje del colectivo desde Barrio
Alberdi a mi casa pensé en si escribía de nuevo sobre otro libro de Cortázar. Y
sí ¿por qué no? Me encanta. Cortázar es mi adoración y cada que leo algo de él
no lo puedo evitar registrar.
En el 2015, cuando llegué a
Argentina, circulaba por todos los puestos de revistas una colección que tenía
vueltos locos a todos. Era la biblioteca Julio Cortázar que habían sacado a la
venta Alfaguara en mancuerna con diario La Nación. Ustedes saben, esas
promociones que viven sacando. Pero esta vez era maravilloso porque era la
biblioteca Cortázar. Yo me había propuesto conseguirlos todos y leerlos
toditos, pero eran muchos y muy difícil de encontrar cuando hice esta decisión.
Así que solo alcancé a comprar cuatro aleatoriamente.
Siempre busqué con la
esperanza de encontrar Bestiario e Historias de cronopios y de famas, pero
nada. Cuando me mudé en enero, justo mi roomie
tenía parte de la colección y, entre los suyos estaba este último que me
fascina. Yo a Cortázar lo he leído mucho en digital, especialmente, estas
historias de los cronopios y los cuentos de
Bestiario, pero, saben, nada iguala el olor a papel. Soy un romántico.
Así que estos días me leí
esta colección hermosa de relatos cortos. Cómo me cagué de risa y, en otras, me
quedé abstraído. Es divino. El libro está compuesto de cuatro partes: Manual de instrucciones, Ocupaciones raras,
Material plástico e Historias de cronopios y de famas. Descubrí que soy 70%
cronopio y 30% esperanza. Las esperanzas son otros personajes que aparecen en
estas historias.
Y bueno, es así cómo
Cortázar se rio de mí con ese humor corrosivo que lo caracteriza. Solo alguien
grande como él puede escribir textos tan cortos y salir ileso. Sin ningún
rasguño. Excelso.
Véase también:
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