Hoy fue una tarde lluviosa.
Primero, mucho calor como a mediodía, luego, el cielo despejado se pobló de
nubes grises. Llovió. También se colaron algunos granizos. Desde mi
privilegiada ventana vi todo el movimiento del cielo. Se alzaron nubes como
polvo desde las montañas. Yo me tomaba solamente un café con leche y miraba.
Pensaba en que era una tarde de lluvia digna de drama. Pero no fue así. No era
una tarde melancólica, no era una tarde vacía, no era una tarde extrañando.
Solo era una tarde de lluvia. Mientras esta sucedía, me terminé el café con
leche, me puse a limpiar la cocina, a ordenar la pieza y organizar algunas
cosas que tengo que escribir. Y, por primera vez, agradecí no sentir nada al
contemplar esta tarde de lluvia.
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