Yo coqueteo con la luz, con la poca luz que se
filtra hasta nuestra mesa, con el tintineo del hielo en el vaso, con mi sonrisa
después de cada uno de sus comentarios, con la mirada fija y la atención puesta
en sus ojos, en su boca… Se pone inquieto, lanza una mirada nerviosa, con esos
ojitos tiernos que él tiene tras los espejuelos. Me pongo nervioso también y me
apuro a llevarme un puñado de maní salado a la boca. Me toca la rodilla y
siento cada uno de sus dedos en cámara lenta. Se me erizan los vellos de los
antebrazos. Da el último sorbo al vaso. Salimos del bar y bajamos por la Av.
Hipólito Irigoyen. Llegamos a mi casa.
Sigo coqueteando con poca luz. Esta vez su mirada busca mi sexo. Me tiro al
sillón y me sigue. Mi mano ya conoce el lugar y mi nariz el olor. Su brazo
sirve de almohada como siempre. Estira los pies y yo los encojo. Me siento
caracol. Da un último bostezo y se apagan todas las luces.
jueves, 27 de octubre de 2016
martes, 18 de octubre de 2016
Antología personal
Estuve leyendo a principios de este año una “antología
personal” de Jorge Luis Borges que me prestó mi amiga Marcela del blog “Crónicas alicoradas”.
Se trataba de una vieja edición del Club
Bruguera, un pequeño libro amarillo que le heredó su padre. Hoy decidí devolvérselo
después de meses en mi mesita de noche.
domingo, 2 de octubre de 2016
{Si Jesús fuese a tu casa (me pregunto qué harías)}
Si Jesús fuese a mi casa y husmeara entre mis
cosas, ¿qué encontraría? Yo no escondería nada, por supuesto. Entonces, en mi
actual vivienda en Güemes, en Córdoba, Argentina, lo primero que se toparía al
abrir la puerta, en la pared de frente a la calle, sería la reproducción de una
fotografía enorme del poeta chileno Pedro Lemebel. Ahí se daría cuenta un poco de
lo que va mi vida, aunque esa foto este ahí no por mí, sino por un regalo de mi
“ex novio”. Pasaría a la habitación, me
retaría por las sábanas sucias y por el polvo en la mesita de noche. Y si
revisara esos cajones encontraría el bloque de Teoría Política Contemporánea y
otros libros vírgenes que esperan a ser leídos por mí. Y cajitas metálicas, y
condones, y lubricantes, y pañuelos desechables… Y más papeles, libretas sin llenar y
cuadernos llenos de dibujos. Más bitácoras. Y fotografías que a nadie mostré. Y
manteca de cacao para los labios secos. Y una pequeña soledad que se obstina a
salir un domingo nublado como hoy.
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