lunes, 17 de febrero de 2014

Sueños que te dejan húmedo


Cuando iba a la escuela primaria y estudiaba en quinto grado “los cambios en la adolescencia” que, para entonces, no estaba tan lejos de llegar; la profesora siempre hablaba de los sueños húmedos “de nosotros los varones”. Y recuerdo muy bien  la imagen de ese libro de Ciencias Naturales del joven durmiendo en sábanas transparentes. Y yo no me podía imaginar mi primer sueño húmedo. Nadie de mis amigos había tenido uno. O al menos, nadie se atrevía a contármelo.  

Recuerdo que leía y releía ese párrafo que decía que los sueños húmedos podían presentarse en la pubertad. Según mi maestra pronto sería un púber porque cumpliría once años. Y, bueno, llegaron mis once años, pero nada que aparecía el “sueño húmedo”. Pasó el tiempo y me olvidé de que le estaba esperando. De vez en cuando en los coloquios con mis compañeros de salón surgía el tema de la “paja”, cosa que yo tampoco sabía cómo y volvía a recordar que nada, ya casi cumplía trece años y el “sueño húmedo” no se dignaba a aparecer.

— ¿José Antonio, has tenido “sueños húmedos”? —
—Sí. ¿Y vos?—
—No. Contáme. ¿Qué pasa? ¿Cómo es?—
—Ah, bueno, soñás que estás teniendo sexo con una chavala— dijo mientras se reía sonrojado.

A mí no me apeteció nada y perdí interés en seguida (¿Cómo pasaba eso? ¿Con qué chavala?). Dejé otra vez de pensar en los dichosos “sueños húmedos”. Definitivamente, en algún lugar del libro de Ciencias Naturales debía decir que no a todos los adolescentes les suceden. Y claro, también la maestra debió decirlo. Qué mala pasada, pensaba. Definitivamente no todo lo que enseñan en la escuela es real, me decía a mí mismo. 

Una vez cuando ya estaba en segundo año de secundaria aconteció que el profesor de “Educación Física” nos hizo correr alrededor del campo que el colegio tenía para dicha asignatura. Luego, nos llevó a la grama a hacer abdominales, hicimos flexiones y demás ejercicios. La noche de ese día soñé lo mismo que sucedió en la mañana en el colegio. Pero únicamente venía a mi mente esa rutina de “Educación Física”.

 Y me recuerdo ahí desde la segunda fila haciendo ejercicios de calentamiento. Ponía especial atención a los shorts de mis compañeritos mientras yo sentía una leve presión en mis genitales. No sabía de dónde venía. Después, un espasmo. Cosquilleo rico. Me desperté. Tocaba ir al colegio otra vez.  Y al bañarme mientras me quitaba el calzoncillo me percaté de la humedad viscosa.  Pero seguí dudando si había ocurrido, pues mi relato difería del de José Antonio. Lo guardé para mí. 

Fotografía by Anthony Gayton

1 comentario:

  1. Hahaha. Yo tuve q esperar 20 años para tener uno. Pero definitivamente es la experiencia màs rica que he tenido. Sobre todo por q desperte justo en el momento exacto.

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