Cuando iba a la escuela primaria y estudiaba en quinto grado “los cambios en la adolescencia” que, para entonces, no estaba tan lejos de llegar; la profesora siempre hablaba de los sueños húmedos “de nosotros los varones”. Y recuerdo muy bien la imagen de ese libro de Ciencias Naturales del joven durmiendo en sábanas transparentes. Y yo no me podía imaginar mi primer sueño húmedo. Nadie de mis amigos había tenido uno. O al menos, nadie se atrevía a contármelo.
Recuerdo que leía y
releía ese párrafo que decía que los sueños húmedos podían presentarse en la
pubertad. Según mi maestra pronto sería un púber porque cumpliría once años. Y,
bueno, llegaron mis once años, pero nada que aparecía el “sueño húmedo”. Pasó
el tiempo y me olvidé de que le estaba esperando. De vez en cuando en los
coloquios con mis compañeros de salón surgía el tema de la “paja”, cosa que yo
tampoco sabía cómo y volvía a recordar que nada, ya casi cumplía trece años y el “sueño
húmedo” no se dignaba a aparecer.
— ¿José
Antonio, has tenido “sueños húmedos”? —
—Sí. ¿Y vos?—
—No. Contáme.
¿Qué pasa? ¿Cómo es?—
—Ah, bueno, soñás
que estás teniendo sexo con una chavala— dijo mientras se reía sonrojado.
A mí no me apeteció
nada y perdí interés en seguida (¿Cómo pasaba eso? ¿Con qué chavala?). Dejé
otra vez de pensar en los dichosos “sueños húmedos”. Definitivamente, en algún
lugar del libro de Ciencias Naturales debía decir que no a todos los
adolescentes les suceden. Y claro, también la maestra debió decirlo. Qué mala
pasada, pensaba. Definitivamente no todo lo que enseñan en la escuela es real,
me decía a mí mismo.
Una vez cuando ya
estaba en segundo año de secundaria aconteció que el profesor de “Educación
Física” nos hizo correr alrededor del campo que el colegio tenía para dicha
asignatura. Luego, nos llevó a la grama a hacer abdominales, hicimos flexiones
y demás ejercicios. La noche de ese día soñé lo mismo que sucedió en la mañana
en el colegio. Pero únicamente venía a mi mente esa rutina de “Educación
Física”.
Y me recuerdo ahí desde la segunda fila
haciendo ejercicios de calentamiento. Ponía especial atención a los shorts de
mis compañeritos mientras yo sentía una leve presión en mis genitales. No sabía
de dónde venía. Después, un espasmo. Cosquilleo rico. Me desperté. Tocaba ir al
colegio otra vez. Y al bañarme mientras
me quitaba el calzoncillo me percaté de la humedad viscosa. Pero seguí dudando si había ocurrido, pues mi
relato difería del de José Antonio. Lo guardé para mí.
Fotografía by Anthony Gayton |
Hahaha. Yo tuve q esperar 20 años para tener uno. Pero definitivamente es la experiencia màs rica que he tenido. Sobre todo por q desperte justo en el momento exacto.
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