jueves, 31 de mayo de 2018

Las ciudades invisibles [Italo Calvino]



Despedirse de la ciudad con el miedo de no poder volver. Despedirse de la ciudad tras haber sido transformado por ella. Llorar por aquellas cosas que nunca deseaste que pasaran, por las que no se cumplieron y por las que sí sucedieron. Por las miradas inesperadas que nos cambiaron para siempre. Córdoba estaba ahí como si nada hubiera pasado.

Esta vez me bañé con mucho tiempo de anticipación porque ducharme es tal vez la actividad que realizo más lentamente. Era mi último día en Argentina. Después de tres años y unas semanas me iba. Finalmente me iba. ¿Quién lo iba decir? De aquel grupo de estudiantes yo siempre mostré unas inmensas ganas de quedarme, pero me iba. Hice la maleta lentamente resistiendo las ganas de dejar todo para viajar ligero, el peso del corazón ya era suficiente.

Me vestí y estuve listo a tiempo. La Mari que dijo que llegaba finalmente no llegó, el cigarro que me regaló la Juli no me lo pude fumar. Fui varias veces a la cocina por nada en particular. Vi varias veces por la ventana, las calles, vi las paredes amarillas, la pecera de Víctor…  Sentía venir como pequeñas olas un ataque de risas nerviosas. Estaba en el living haciendo tiempo y apareció Fede con este libro hermoso: “Las ciudades invisibles” de ítalo Calvino . La dedicatoria en lápiz de grafito me achicó el corazón de ternura. 

Antes de conocer a Fede venía de un periodo de silencios y de pocas conversaciones estimulantes. Fede le puso un color interesante a mis últimos días en Argentina. Fue absolutamente uno de esos regalos del cosmo que llegan para quedarse y cambiarte para siempre. Y ahí estaba él con este libro sobre las ciudades como el desenlace perfecto. Lo terminé de leer hace unos días y acá estoy esperando que mi memoria empiece a repetir los signos para que la ciudad empiece a existir, esta vez, dentro de mí.

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