Ayer cuando volvía a casa no
podía respirar porque hacía un frío que te cagabas. Un frío de la concha de la
lora. Se sentía horrible. Tenía todo helado. Casi no podía tocar la punta de mi
nariz ni mover los brazos. Me dolía la espalda.
Tenía que abrir la boca para respirar. También tenía miedo, eran calles
de cuatro de la mañana, solitarias y oscuras. Solo las luces amarillas y
deprimentes del escaso alumbrado público. Miedo. Miedo. Miedo… de enfermarme,
del frío, de la oscuridad, de los choros, de la calle, del colectivo… Miedo de
mí, finalmente, miedo.
jajajajajaj ay no, me reí mucho.
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