Esta novela llegó a mis
manos a finales del 2015. Un día paseando por la Av. Corrientes, la encontramos
en una tienda de libros en ofertas y, ahí mismo, la Cony, mi amiga chilena, me
la sugirió con mucho entusiasmo. Me pasa lo siguiente: compro libros para
leerlos mucho tiempo después, no inmediatamente. Es así que tengo una pila de
libros esperando ser leídos.
Por la patria,
de la narradora chilena Diamela Eltit,
es una novela con una narrativa perfecta, compleja, coherente y cohesionada de
cabo a rabo. Un ladrillo perfecto capaz de romperle la cabeza a cualquiera. Es
una novela difícil de leer cuando vienes acostumbrado a esa estructura
convencional de narrativa.
En cuanto empecé me di
cuenta que estaba ante una historia convulsa. Eran muchas voces. Era un
“quilombo” como dirían los argentinos. Nos mete de empujón a la
historia-histeria colectiva de un estado de sitio que, aunque no explicite un
periodo histórico, sabemos que estamos ante Chile. Que la ciudad podría ser
Santiago o Concepción. Pero yo quise imaginar que podría ser
Latinoamérica. Hay rasgos tan
ostensibles a la región: ese sentido de la ciudad sitiada, tan padecido por
nosotros.
Luego, estamos ante un
relato personal e individual de una mujer que deviene, a su vez, en un relato
polifónico con las voces de otras mujeres y con su propia pluralidad de voces y
memorias. Coya, la protagonista, transita, a veces posee la voz de una madre,
de una hija, de una mujer, de un ser andrógino, de una raza.
Un rasgo muy interesante de la novela podría
ser ese: el estado de sitio a voces de mujeres, de minorías sexuales. Ya no es
el abundante relato aburrido de los hombres testificando. Son las mujeres, las
minorías, los marginados, dando cuenta de la barbarie.
Diamela desdibuja las líneas
de la nacionalidad. Va más allá y propone una reflexión de la identidad
latinoamericana, de esa factoría en la que han pretendido convertir nuestro
continente. Nuestra resistencia, la resistencia de las mujeres. Hace una abrumadora
exploración de la violencia y la tortura hacia nuestras tierras, nuestras
comunidades, experimentando con el relato de Coya, esto mismo, en el cuerpo de
la mujer, en sus memorias. Expone los espejismos de la raza, el patriotismo, el
nacionalismo… la crueldad de estas categorías en nuestra historia.
Véase también:
La cueca
sola
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