Ocurrió el maravilloso hecho fortuito el año
pasado que, mientras anduve en Buenos Aires, me fui a hospedar con la Rosy a casa
de unas compañeras que, para mi suerte, vivían sobre la Av. San Martín, a una
altura muy cerca del Barrio Rawson, el barrio de Julio Cortázar. Tuvimos todo
el fin de semana para ir caminar sus calles, pero no fue hasta el último día
que, nos levantamos temprano y fuimos a recorrerlo con cámara en mano, abrigados
hasta el cuello porque era invierno.
Pasando la Av. San Martín todo era más
tranquilo en el Barrio Rawson. Automáticamente me sentí parte del cuento Ómnibus. Sentí un cosquilleo nostálgico
muy agradable en el pecho mientras caminaba.
Con la Rosy teníamos una sonrisa todo el tiempo y miradas de contentura
y asombro.
Yo había fumado marihuana
así que era todo sonrisa. Foto, sonrisa, risa, charla, foto… y así. Pisé caca
de perro varias veces caminando por la calle Artigas, dando vueltas frente al
edificio donde vivió Julio, en esa pequeña plazoleta, observando, sintiéndome
parte de su paisaje. Aquí pasó parte de su juventud en el tercer piso de
Artigas al 3246 entre los años 1934 y 1951 y ahí estaba yo en el 2016 sintiendo
emoción, nostalgia y amor en esa plazoleta en la que merodeaban hermosos
gatitos. Fui muy feliz.
Véase también:
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