Usted tiene el arte de
desconocerme
cuando no estoy en su cama.
Por ejemplo, en el ascensor,
cuando salimos,
mi mirada viaja buscando la
suya
y vuelve sola.
Se puede decir, también, que
vuelve
con la mía, esa otra que proyectan
los espejos
contra la claustrofobia.
Espejos también para
miradas solas.
¿Dónde habrá aprendido usted
ese
arte de desconocerme?
Toda mi sonrisa no puede
contra ese
arte de usted de ser
indiferente.
¿Dónde aprendió el arte de
desconocerme
cuando no estoy en su cama?
Ese arte de fingir que no
pasa nada.
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