Con la proliferación
de los estudios de género en Nicaragua en la década del `90, los
movimientos feministas lograron identificar la inequidad provocada
por la jerarquía que establece el sistema transgeneracional
conocido como patriarcado. Estas corrientes investigativas así como
los movimientos sociales, entre ellos, los feminismos, determinaron
que las mujeres son quienes se ven más afectadas por el abuso de
poder que el patriarcado confiere a los hombres. La expresión de ese
abuso es conocida como machismo. Es así que en la escena social
aparece la liberación de las mujeres como una respuesta de cambio a
ese machismo, tácito o no, de la condición de ser hombre.
Sin embargo, dentro de
esa jerarquía y, más aun, dentro de ese sistema que se conoce como
patriarcado, el hombre no sólo es un abusador y un privilegiado del
poder; puesto que este poder lo convierte a su vez en víctima. El
machismo afecta directamente a los hombres, aunque generalmente sus
consecuencias sean más visibles en su entorno que hacia estos
mismos, como la violencia hacia las mujeres, la inequidad de género,
la paternidad irresponsable y la homofobia.
Los hombres son
afectados por el machismo, considerando holísticamente que como
seres humanos y seres sociales la parte afectiva de su condición es
“castrada” por el patriarcado; esto repercute en toda su vida,
como el hecho de no poder gozar de una relación afectiva paterna de
manera plena, desarrollar relaciones de amistad profundas con sus
congéneres y no poder establecer relaciones de pareja equitativas y
protagónicas.
La sociedad de Managua
adjudica al hombre roles que lo estereotipan y condicionan su
identidad a una serie de valores y antivalores que en su totalidad
afectan tanto a ellos como a ellas. El 57.4% de los hombres y el
42.6% de las mujeres reconocen que la sociedad capitalina prohíbe
que el hombre pueda manifestar sus sentimientos y emociones
públicamente.
Esto se debe a que las
culturas, en particular, la de Managua, es heredera de ese sistema,
por lo que desde que el niño nace se va preparando y/o entrenando
“para ser hombre”, asignándole roles que lo diferencian de las
mujeres, inculcándole valores que “prometen un lugar privilegiado
en la sociedad”, todo esto desvinculado y ajeno a cualquier indicio
de afectividad.
El 56.8% de las mujeres
capitalinas reconoce que los hombres cuando asumen su rol de padre,
lo hacen con una distancia física y emocional hacia sus hijos/as,
relegando el cuido de los mismos a la mujer; en cambio, sólo el
43.2% de los hombres lo autorreconocen, provocando que dicha
dinámica familiar sea probablemente reproducida por la siguiente
generación, garantizando que el sistema perdure generacionalmente.
En este mismo sentido,
una de las principales consecuencias de este problema es la
paternidad irresponsable; pues al hombre se le enseña que la
paternidad no es un factor condicionante de su identidad; el 60.0% de
las mujeres señala la irresponsabilidad como una actitud de los
hombres como padres y el 40.0% de ellos lo autorreconoce.
De igual manera, la
distancia afectiva prevalece hacia sus pares. Los hombres ven
limitado su potencial afectivo al momento de pretender cultivar
relaciones de amistad, puesto que la amistad entre hombres raras
veces goza de la misma intensidad, intimidad y afectividad en
comparación con las relaciones de amistad entre mujeres.
Una barrera que limita
este potencial afectivo, es el tabú de la homosexualidad u
homofobia como causante que subyace en las relaciones entre hombres.
Esta homofobia permanece latente, rige todos los comportamientos y
encuentra su justificación en la religión: el 57.1% de los
católicos está de acuerdo con que no se les enseñe a realizar
tareas domésticas a los niños porque se pueden volver homosexuales,
igualmente el 33.1. % de los evangélicos está de acuerdo con esta
premisa. En consecuencia, el 68.6% de los hombres se rehúsa a
entablar una relación de compañerismo o amistad con un hombre de
orientación homosexual.
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*Los
datos estadísticos fueron extraídos de la investigación:
“Dimensiones
del proceso de construcción de las masculinidades en la población
del municipio de Managua”
realizada en co-autoría con la comunicadora Paula Gutiérrez, bajo
la tutoría del MSc.
Jorge
Danilo Portocarrero y el soporte institucional de la ONG CISAS,
gracias al auspicio de Progressio y la Unión Europea. Investigación
realizada en el 2012 como línea de base de una estrategia de
comunicación sobre masculinidades como tesis para optar al título
de Licenciado en Filología y Comunicación en la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-Managua.
Me encanto la publicacion.
ResponderEliminarFelicidades
Saludos desde El Salvador
PD. Que es desidente sexual?
Saludos desde El Salvador