lunes, 7 de enero de 2013

El machismo también afecta a los hombres



En la cultura nicaragüense el hombre como ser social tiene roles asignados que han sido directamente diferenciados a los de la mujer desde el modelo patriarcal. Estos roles, el hombre los transmite como padre, los reproduce como hijo y, en su rol de cónyuge, realiza el machismo.
Con la proliferación de los estudios de género en Nicaragua en la década del `90, los movimientos feministas lograron identificar la inequidad provocada por la jerarquía que establece el sistema transgeneracional conocido como patriarcado. Estas corrientes investigativas así como los movimientos sociales, entre ellos, los feminismos, determinaron que las mujeres son quienes se ven más afectadas por el abuso de poder que el patriarcado confiere a los hombres. La expresión de ese abuso es conocida como machismo. Es así que en la escena social aparece la liberación de las mujeres como una respuesta de cambio a ese machismo, tácito o no, de la condición de ser hombre.
Sin embargo, dentro de esa jerarquía y, más aun, dentro de ese sistema que se conoce como patriarcado, el hombre no sólo es un abusador y un privilegiado del poder; puesto que este poder lo convierte a su vez en víctima. El machismo afecta directamente a los hombres, aunque generalmente sus consecuencias sean más visibles en su entorno que hacia estos mismos, como la violencia hacia las mujeres, la inequidad de género, la paternidad irresponsable y la homofobia.
Los hombres son afectados por el machismo, considerando holísticamente que como seres humanos y seres sociales la parte afectiva de su condición es “castrada” por el patriarcado; esto repercute en toda su vida, como el hecho de no poder gozar de una relación afectiva paterna de manera plena, desarrollar relaciones de amistad profundas con sus congéneres y no poder establecer relaciones de pareja equitativas y protagónicas.
La sociedad de Managua adjudica al hombre roles que lo estereotipan y condicionan su identidad a una serie de valores y antivalores que en su totalidad afectan tanto a ellos como a ellas. El 57.4% de los hombres y el 42.6% de las mujeres reconocen que la sociedad capitalina prohíbe que el hombre pueda manifestar sus sentimientos y emociones públicamente.
Esto se debe a que las culturas, en particular, la de Managua, es heredera de ese sistema, por lo que desde que el niño nace se va preparando y/o entrenando “para ser hombre”, asignándole roles que lo diferencian de las mujeres, inculcándole valores que “prometen un lugar privilegiado en la sociedad”, todo esto desvinculado y ajeno a cualquier indicio de afectividad.
El 56.8% de las mujeres capitalinas reconoce que los hombres cuando asumen su rol de padre, lo hacen con una distancia física y emocional hacia sus hijos/as, relegando el cuido de los mismos a la mujer; en cambio, sólo el 43.2% de los hombres lo autorreconocen, provocando que dicha dinámica familiar sea probablemente reproducida por la siguiente generación, garantizando que el sistema perdure generacionalmente.
En este mismo sentido, una de las principales consecuencias de este problema es la paternidad irresponsable; pues al hombre se le enseña que la paternidad no es un factor condicionante de su identidad; el 60.0% de las mujeres señala la irresponsabilidad como una actitud de los hombres como padres y el 40.0% de ellos lo autorreconoce.
De igual manera, la distancia afectiva prevalece hacia sus pares. Los hombres ven limitado su potencial afectivo al momento de pretender cultivar relaciones de amistad, puesto que la amistad entre hombres raras veces goza de la misma intensidad, intimidad y afectividad en comparación con las relaciones de amistad entre mujeres.
Una barrera que limita este potencial afectivo, es el tabú de la homosexualidad u homofobia como causante que subyace en las relaciones entre hombres. Esta homofobia permanece latente, rige todos los comportamientos y encuentra su justificación en la religión: el 57.1% de los católicos está de acuerdo con que no se les enseñe a realizar tareas domésticas a los niños porque se pueden volver homosexuales, igualmente el 33.1. % de los evangélicos está de acuerdo con esta premisa. En consecuencia, el 68.6% de los hombres se rehúsa a entablar una relación de compañerismo o amistad con un hombre de orientación homosexual.
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*Los datos estadísticos fueron extraídos de la investigación: “Dimensiones del proceso de construcción de las masculinidades en la población del municipio de Managua” realizada en co-autoría con la comunicadora Paula Gutiérrez, bajo la tutoría del MSc. Jorge Danilo Portocarrero y el soporte institucional de la ONG CISAS, gracias al auspicio de Progressio y la Unión Europea. Investigación realizada en el 2012 como línea de base de una estrategia de comunicación sobre masculinidades como tesis para optar al título de Licenciado en Filología y Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-Managua.


1 comentario:

  1. Me encanto la publicacion.

    Felicidades

    Saludos desde El Salvador


    PD. Que es desidente sexual?
    Saludos desde El Salvador

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