jueves, 8 de septiembre de 2011

Los años del hielo


"The blank page" by Hanzel Lacayo
Iba a cruzar la calle. Estaban ahí, otra vez: dos ancianos, uno en silla de ruedas, el otro en una silla mecedora. El que estaba postrado en la silla de ruedas era blanco, su cabello parecía algodoncito, tenía una barba afelpada. Se veía contento, tenía sus ojos vivaces. Se entretenía con un celular, escribía algo, lo levantaba como si intentara agarrar señal y, entre tanto, veía con ternura al otro viejito.

El viejito sentado en la silla mecedora era moreno, calvito, de ojos tristes. Según mi percepción, este era de menos edad que el longevo del celular que estaba sentado en la silla de ruedas. No sé, quizás 62 y 72 años, respectivamente. 
Yo estaba asombrado. Sabía que los conocía, pero no recordaba sus nombres. Me quedé observándolos desde el otro lado de la calle, en el andén. La gente iba y venía. Pasaban muchos carros, gente en bicicleta, a pie. Los dos viejitos estaban disfrutando la tarde en la acera de su casa.
Me decidí y crucé la calle. Iba hacia donde ellos. Me aproximé a la acera, estaba frente a ellos. El de la barba de algodón me quedó viendo y sonreía. Vio al viejito moreno y calvito y le dijo algo que yo no escuché. Se correspondían con la mirada. Nunca en mi vida había visto tanta conexión entre miradas, se comunicaban con los ojos más que con la boca. Se decían cosas, pero yo no oía. 
Intenté hablar, pero no me salía la voz. Estaba asustado. Quería hablarles, preguntarle sus nombres. Oía algo, una canción, pero no supe de donde provenía. Ya me estaba cansando, no sé qué pasaba. Les supliqué que me dijeran sus nombres. Se estrecharon las manos. Sonrieron.  Volví a escuchar la música, vi hacia arriba, abajo, a mi izquierda y a mi derecha: nada. Pensé que salía del celular del viejito barbudo, de ojos vivaces.
Le agarré la mano al viejito calvo y moreno. Me vio y de pronto dijo “Me llamo  Alexander”“Ya puedo oír, al fin…”, pensé emocionado. “¿Alexander? Ese es mi nombre” dije en voz alta, asustado. “Si ese viejito soy yo, quién es ese de la barba de algodón” pensé. Me veían. Estaba nervioso. 
Yo vi al anciano barbudo directamente a sus ojos  y le pregunté su nombre, cuando de pronto, sonó estrepitosamente la música otra vez y sentí una vibración en la pierna: era mi celular, me desperté, me había quedado dormido sobre el teclado de la computadora. Contesté, era Eduardo quien me llamaba. El sueño había vuelto. 

"Roof" by Hanzel Lacayo

4 comentarios:

  1. Ummmm, un buen cuento corto pues desarrollas la acción sin muchos elementos, bueno tambien por que ummm hay varios mensajes entre líneas que pueden prestarse a muchas interpretaciones, tienes ideas sugerentes que ofrecen muchas opciones,, muy bien...

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado, pero temo que te quedes en sólo hablar de sexualidad....hay más...

    ResponderEliminar
  3. Linda historia. Espero un día este sueño se les haga realidad a todos aquellos que quieran vivirlo... Yo incluído.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Muy bueno, a lo Sigmud Freud y kafkiano

    ResponderEliminar