Esta semana terminé de leer
la novela “Agua Viva” de la brasileña Clarice Lispector. La Isa Paula, cuando
me lo dio, me advirtió que era puro flujo de consciencia y, tácitamente, “difícil”
de leer, sin embargo, ha sido el libro con el que más he fluido en el año. Los
misterios de las lecturas o tal vez esa curiosidad de estar en la mente de
Clarice, del personaje, de quien escribe esa maravillosa carta que no es carta,
pero que porta el mensaje que va hacia alguien que no sé quién es. Un destinatario
que no se sabe.
Esta novela está clasificada
dentro del género “Novela Psicológica” y el relato parte de la perspectiva de
una mujer que se encuentra escribiéndole a "un alguien". Que en esa misiva se
contempla la vivencia de la palabra, de la escritura, de la pintura… una
vivencia de “arte y mujer” como sujetos de la experiencia misma. Va y se pasea
de la superficie a lo profundo o lo que sería lo mismo: el cuerpo de esa voz femenina
que escribe.
Hay en esta novela una gran
apuesta y una respuesta a una pregunta: ¿Cómo respondemos a la infamia de
vivir? Clarice lo dice contundente y lo deja por escrito: “respondo a toda esa
infamia con la alegría”. Un mensaje claro y enigmático. Claro para quienes nos
sabemos y reconocemos de la tribu de Clarice. Hay un guiño a nosotros en su
texto, Clarice nos entrega una estrategia de sobrevivencia, de resistencia: la
alegría.
¿Cómo? Yo hilvano una
respuesta que no es calculada: el otro día una chica que tengo de contacto en
Facebook compartía una cita de Gilles Deleuze: “Vivimos
en un mundo más bien desagradable, en el que no sólo las personas, sino también
los poderes establecidos, tienen interés en comunicarnos afectos tristes. La
tristeza, los afectos tristes son todos aquéllos que disminuyen nuestra
potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos
en esclavos. El tirano, el cura, el ladrón de almas necesitan persuadirnos de
que la vida es dura y pesada. Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos
que de reprimirnos, o, como dice Virilio, de administrar y de organizar
nuestros pequeños terrores íntimos.” Siendo así,
Clarice Lispector nos deja esta sabiduría: la alegría es nuestra venganza, como
respuesta e insulto.
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