¿Un libro es un objeto? ¿Los objetos tienen alma? No
puedo responder esas preguntas.
“El libro del fantasma” es un libro de cuentos
de Alejandro Dolina. Me lo regaló Martín el año pasado. Es difícil pensar en Martín y no recordar su entrepierna. Cómo me
gustaba su entrepierna. Se supone que Alejandro Dolina era el escritor
favorito de Martín y “El libro del fantasma” era el primer libro, de Dolina,
que llegó a sus manos como un regalo de su padre en la infancia.
Eso fue más o menos lo que
me dijo el día que me lo regaló. Yo había regresado a Córdoba Capital tras dos
semanas en Buenos Aires. Para ese entonces nuestra “amistad” pendía de un hilo;
pero, sin razones o con ganas, nos aferrábamos a seguir viéndonos. Me regaló
“El libro del fantasma” con la invitación para ir a ver a Dolina en una
presentación en la ciudad y fue el último grito al vacío de nuestros intentos.
El amor, definitivamente, no se intenta: sucede nada más. Y a él ya no le
sucedía nada.
Dentro del libro dejé mi
entrada y lo guardé. Era un compromiso. En ese entonces asumimos el futuro de
ir juntos al recital. Recuerdo que estuve muy contento por ese regalo, tan
significativo esa noche, que lo llené de mimos. Y jugué metiendo mi cabeza
debajo de su remera grande, como de costumbre, mientras le daba besitos en la
pansa y reposé, también, un rato con mi mejilla apoyada en su entrepierna.
Durante los meses
tormentosos--y dulces-- que siguieron hubo uno en que “El libro del fantasma”
fue pedido devuelta por él. Recuerdo que estaba enojado porque yo le grité por
teléfono que no me volviera a llamar nunca más después de insultarlo con esa
forma particular mía de insultar. Yo estaba muy enojado porque canceló un plan
que teníamos la noche anterior y cuando llamó para reprogramarlo, toda la
frustración de los últimos meses de mala relación estalló. Pero ese enojo pasó
de largo cuando le abrí la puerta y lo hice pasar a la casa. Ese día nos
contentamos y metió sus sucias manos, de nuevo, dentro de mis pantalones. Me
desordenó entero. El libro se quedó conmigo desde entonces. Martín no volvió más.
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