martes, 21 de julio de 2015

A room of ones´s own




Sí. Un cuarto propio.  Continuo tachando títulos en mi lista de libros que siempre quise leer.  

El otro día, hace casi un mes, mientras me paseaba por Av. Corrientes en Buenos Aires con Mary (una amiga cubana) y Rosy (una amiga guatemalteca) nos entretuvimos en una de las tantas librerías que hay en esta calle. Impresionante. En Nicaragua no hay calles llenas de librerías, así que podrán imaginarse mi cara de locura y emoción.  Y entre todo esto asaltó mi vista Un cuarto propio de Virginia Woolf. Virginia Woolf es de mi top de escritoras favoritas. No tengo que decir nada más: ¡Hay que leerla! 

¿Por qué alguien insistiría tanto en que una mujer necesita un cuarto propio y dinero si desea escribir ficción? ¿Por qué sentía tan actual este ensayo feminista de 1929? Obvio. Ustedes saben. Al día de hoy la lucha se sigue librando: la equidad entre los sexos se sigue erigiendo como una utopía. Caminamos hacia ella, pero aun no llegamos.

Un cuarto propio es un ensayo que no me deja indiferente que, aunque a todas luces es un ensayo que exhorta a las mujeres, no puedo evitar sentirme atraído y aprender de este gran llamado a la autonomía, la equidad y el ser uno mismo. Porque digamos que la categoría “hombre” no es una categoría en la que me interese caber ni en la que he cabido desde siempre. 

Dilucidemos el tema de la escritura: ¿Escribir o no escribir? Todo cuanto hacemos está mediado por un juicio de valor masculino. Y los escritos de las mujeres siempre están siendo valorados desde estos preceptos masculinos. Y aquellos “temas asociados a las mujeres” también están siendo siempre subvalorados.  “Una escena en un campo de batalla es más importante que una escena en una tienda…”  

Ahora bien, Virginia deja muy claro la importancia de la libertad  intelectual y la dependencia de esta a las cosas materiales. La metáfora del cuarto propio que a la larga resulta literal es la observación más básica y a la vez profunda de las condiciones desiguales en las que mujeres y hombres se han desarrollado. Y yo me quedo con ese llamado que hace casi al final: “… soñar con libros y perder el tiempo en las esquinas y dejar que la línea del pensamiento se hunda hondo en la corriente…” Y prometo hacerle caso siempre.

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