Yo sé que en cualquier lugar del mundo donde yo
sea explícita y abiertamente homosexual estaré expuesto a discriminación y
violencia. Y sé que mientras más me aleje de lo estereotipado en cuanto a mi
género asignado más vulnerable estaré. Donde quiera que esté. Es una realidad.
Y, lo quiera o no, tendré que lidiar con la homofobia inclusive de mis amigos,
compañeros de trabajo y familiares. Homofobia de todos lados, incluyendo de la
gente que quiero y, a lo mejor, de mí mismo. Sin embargo, las expresiones de
homofobia siempre son difíciles de evidenciar y suelen camuflarse bajo motivos
más superficiales.
Uno de los retos más importantes que me he
planteado dentro de mis procesos de reflexión y deconstrucción-construcción es
entender y respetar la multiplicidad de identidades. Las particulares
expresiones del género. Conozco personas que, por nada del mundo, socializarían
con una persona transgénera. Y otras que, dentro de espacios “reivindicativos”,
desde posiciones de poder que les da su
identidad, discriminan y estigmatizan a las personas transgéneras. Realidad que
en cuanto tuve contacto me dejó triste.
En Nicaragua las personas transgéneras, en
especial las mujeres trans, no gozan de derechos tan elementales como la
educación y la recreación sana. Incluso dentro de los espacios organizativos
LGBT donde quizá puedan acceder a espacios de educación no formales son
doblemente discriminadas y excluidas por las mismas razones. Estamos ante
doble-factura de nuestro sistema injusto: no las deja “educarse” y luego las
excluye por no ser “educadas”.
Desde hace dos años me he acercado, en la medida
de lo posible, a sus historias y a sus reflexiones. Y me preocupa enormemente
que tantos años de lucha social para reivindicar derechos de las mal llamadas
“minorías” solo hayan servido como proceso de normalización, donde se acepta o
se concede, algunos derechos a ciertas identidades como la del hombre
homosexual blanco o de clase media.
Por eso no creo en la diversidad sexual como
concepto y movimiento transgresor, equitativo y eficaz como tal. Apuesto por
las identidades desestabilizadoras y las sexualidades disidentes. Por los
estilos de vida nada convencionales, porque es ahí donde están los nuevos y
refrescantes discursos políticos. Esos capaces de cambiar y transformar sin
prometerlo.
Todas las mujeres transgéneras que conozco, a
diferencia de los hombres trans, si trabajan lo hacen en condiciones de
explotación {como muchas y muchos}, relegadas al estereotipo de los certámenes
de belleza. Y, claro, el peligro empieza desde que ponen el pie en la calle. Y
otras, unas cuantas, apenas logran “colarse” en espacios organizativos LGBT o
formar sus propias organizaciones, casi siempre sin personería jurídica,
administradas y gestionadas por terceros. Porque sí, el Estado, el gobierno,
jamás se ha dispuesto entender y responder las necesidades de una sociedad
fuera del círculo imaginario de su felicidad rosa de discurso “amor y paz”.
{¿Pero
qué puede hacer alguien como yo contra toda la injusticia? Tal vez solo caminar
con ellas la noche de un sábado mientras, entre pitidos y gritos en la calle,
vamos por un trago que nos despierte fuerte.}
Fotografías
by Waldir Ruiz
La ultima frase es tuya?? Es que encierra la energia e impotencia de la denuncia misma. Conmueve y me recuerda loa insultos la agresion de las que he sido testigo. No es justo que sus destinos sean solo los adornitos estrafalarios del carnaval
ResponderEliminarSi, Aldo. Todo. Si no lo fuera, lo encomillara y le diera nombre al autor. Aldo, así es tristemente.
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