domingo, 18 de enero de 2015

Algunas reflexiones sobre la identidad trans




 Yo sé que en cualquier lugar del mundo donde yo sea explícita y abiertamente homosexual estaré expuesto a discriminación y violencia. Y sé que mientras más me aleje de lo estereotipado en cuanto a mi género asignado más vulnerable estaré. Donde quiera que esté. Es una realidad. Y, lo quiera o no, tendré que lidiar con la homofobia inclusive de mis amigos, compañeros de trabajo y familiares. Homofobia de todos lados, incluyendo de la gente que quiero y, a lo mejor, de mí mismo. Sin embargo, las expresiones de homofobia siempre son difíciles de evidenciar y suelen camuflarse bajo motivos más superficiales. 

Uno de los retos más importantes que me he planteado dentro de mis procesos de reflexión y deconstrucción-construcción es entender y respetar la multiplicidad de identidades. Las particulares expresiones del género. Conozco personas que, por nada del mundo, socializarían con una persona transgénera. Y otras que, dentro de espacios “reivindicativos”, desde  posiciones de poder que les da su identidad, discriminan y estigmatizan a las personas transgéneras. Realidad que en cuanto tuve contacto me dejó triste.

En Nicaragua las personas transgéneras, en especial las mujeres trans, no gozan de derechos tan elementales como la educación y la recreación sana. Incluso dentro de los espacios organizativos LGBT donde quizá puedan acceder a espacios de educación no formales son doblemente discriminadas y excluidas por las mismas razones. Estamos ante doble-factura de nuestro sistema injusto: no las deja “educarse” y luego las excluye por no ser “educadas”. 

Desde hace dos años me he acercado, en la medida de lo posible, a sus historias y a sus reflexiones. Y me preocupa enormemente que tantos años de lucha social para reivindicar derechos de las mal llamadas “minorías” solo hayan servido como proceso de normalización, donde se acepta o se concede, algunos derechos a ciertas identidades como la del hombre homosexual blanco o de clase media. 



Por eso no creo en la diversidad sexual como concepto y movimiento transgresor, equitativo y eficaz como tal. Apuesto por las identidades desestabilizadoras y las sexualidades disidentes. Por los estilos de vida nada convencionales, porque es ahí donde están los nuevos y refrescantes discursos políticos. Esos capaces de cambiar y transformar sin prometerlo.

Todas las mujeres transgéneras que conozco, a diferencia de los hombres trans, si trabajan lo hacen en condiciones de explotación {como muchas y muchos}, relegadas al estereotipo de los certámenes de belleza. Y, claro, el peligro empieza desde que ponen el pie en la calle. Y otras, unas cuantas, apenas logran “colarse” en espacios organizativos LGBT o formar sus propias organizaciones, casi siempre sin personería jurídica, administradas y gestionadas por terceros. Porque sí, el Estado, el gobierno, jamás se ha dispuesto entender y responder las necesidades de una sociedad fuera del círculo imaginario de su felicidad rosa de discurso “amor y paz”. 

{¿Pero qué puede hacer alguien como yo contra toda la injusticia? Tal vez solo caminar con ellas la noche de un sábado mientras, entre pitidos y gritos en la calle, vamos por un trago que nos despierte fuerte.}

Fotografías
 by Waldir Ruiz

2 comentarios:

  1. La ultima frase es tuya?? Es que encierra la energia e impotencia de la denuncia misma. Conmueve y me recuerda loa insultos la agresion de las que he sido testigo. No es justo que sus destinos sean solo los adornitos estrafalarios del carnaval

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    1. Si, Aldo. Todo. Si no lo fuera, lo encomillara y le diera nombre al autor. Aldo, así es tristemente.

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