—Yo también me cuento historias antes
dormir y a menudo duermo solo. Cuando duermo acompañado también me cuento
historias imaginando a mi acompañante en mis historias. Imaginándome en las
suyas— Pensaba mientras leía Historias que me cuento de Cortázar.
Si, es que aun no termino de leer el
libro de relatos Queremos tanto a Glenda.
Siempre me pasa con Cortázar. Lo
pienso mucho y lo problematizo al extremo. Sin embargo, en este momento creo
que paso la metamorfosis más grande de mi vida hasta ahora. Marzo y Abril han
sido cruciales. Creo que las eventualidades de estos meses me traen más
disperso que de costumbre. Estoy en transición y estoy aprendiendo a llevar mis
sueños y planes en cajas de mudanza. Andarlos conmigo y a seguir por ellos aunque
aun no tenga dónde y con quién anclar.
Entonces, el otro día me encontraba en
la cama de mi nuevo hogar. Un poco abrumado por los cambios repentinos en mi
vida. Aburrido sin poder salir porque entre temblores, terremotos y un sol de
Semana Santa que amenaza con asarme a las 2:00 pm, hay pocas cosas que un
chavalo como yo pueda hacer para divertirse. Aun con el sopor y calor me
disponía a continuar el formidable libro de relatos. Y estaba ahí ante las Historias que me cuento. Y venían mis
historias mezclándose con las del relato de Oscar.
De a poco fui sacudiendo el polvo de
algunas. Me di cuenta que algunas de las historias que yo también me cuento tienen nociones de transgresión y castigo.
Historias de aventuras sexuales como las de Oscar.
Las suyas de infidelidades y las mías de otro tipo. De un tipo de historias que
yacen siempre llenas de pudor, moral y prejuicio en un resquicio de mi memoria.
Como esa erección en el autobús que escondí con mi mochila y solo alguien interesado vio.
Como aquella vez que nos besamos de
regreso a casa. Y él quería sentirme y yo también. Y nos besábamos y
temblábamos de pie ante la luz de la luna. En la oscuridad de un andén. Me
subía en sus zapatos para estar aun más cerca. Y me dolía contenerme. Y era su erección y mi mano y mi boca y sus
manos… y regresé a mi cama con su imagen. Me conté una historia que terminaba
la que iniciamos en el andén, porque mi cama era en aquellos días terreno
vedado para él. Y en mi historia fue la
explosión viscosa y otras cosas más que nunca podría contar.
"Day 6: 8 O´clock" by Waldir Ruiz |
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