domingo, 26 de junio de 2011

Rubén Darío: una vida de novela

Crecí con una imagen mítica y perfecta de Darío, creada por mis profesores de español en primaria y secundaria, era el fabuloso e inigualable genio rimador, dueño de hermosos poemas como A Margarita Debayle, Sonatina, La Marcha triunfal o el famoso cuento El Rey Burgués.

Todos estos escritos fueron obligados a leerlos y comentarlos en clases y creo que se sigue haciendo. Todos los nicaragüenses sabemos de Darío, a unos les da orgullo, otros tan solo saben su nombre y otros con menos escrúpulos  utilizan su imagen para “atraer masas”, para “despertar el sentimiento nacional” con el objetivo de obtener poder político.

En otro sentido, la extensa crítica y bibliografía creada en torno a la producción literaria de Rubén hace pensar muchas veces (incluso a mi) que ya todo está dicho sobre él, que ya un joven universitario de estos tiempos no puede aportar nada, pues todo lo han hecho los grandes estudiosos de nuestro poeta, y creemos que seguir hablando acerca de él es redundar. 

Sin embargo, considero pertinente seguirlo abordando en diversos artículos, pues su riqueza, versatilidad y complejidad literaria me motivan a buscar resquicios y relaciones entre su obra y su vida, conocer su personalidad  e intentar aportar a la comprensión de su espíritu artístico y humano mediante, naturalmente, el estudio su obra de arte literario. Por lo tanto, esta vez, pretendo puntualizar aquellos aspectos de su vida presentes en su novela inconclusa El Oro de Mallorca.
Cuando me aproximé por primera vez a esta novela y empecé a adentrarme en su personaje principal, Benjamín Itapes,  me vino de súbito el Darío expuesto en su Autobiografía (1911). La lectura de La vida de Rubén Darío contada por él mismo abre grandes ventanas insospechadas a la época en la que tuvo que moverse y su condición como poeta, periodista y hombre, pues hasta los silencios o los aspectos de su vida que no prefiere contar nos dicen mucho de la compleja personalidad del príncipe de las letras castellanas.

Tanto El oro de Mallorca como Autobiografía son la reafirmación de su mundo que se precipita a su final, donde el temor a la incertidumbre que provoca en él la muerte se evidencia, donde hay un esfuerzo por mostrar, a sus 44 años en estas dos obras, las penas, gozos y glorias, que le recorrían el cuerpo y el alma.
En El oro de Mallorca hay una confesión implícita que Darío nos hace a través del personaje Benjamín, y es que está enfermo de noches, de desvelos, de alcoholes. Está deteriorado físicamente y su condición emocional (y moral) es peor, pues es esta última la que más trabajo le cuesta curar. “Aunque se encontraba débil… no recurría a los, por toda su pasada vida, habituales alcoholes” (p11)  

Acepta su tormentosa e incontrolable conducta, sus ansiedades, sus temores y la libertad y dolor que le ocasiona el pensamiento, su desarrollo intelectual. Culpa al conocimiento de la duda que le invade cuando trata de aceptar una fe ciega, pero su razón lo sacude y este sentimiento de incertidumbre lo inhibe de una paz que pretende alcanzar mediante un Dios intangible. “¿Qué sería de mi pobre existencia, en un perpetuo sufrimiento, sin más esperanza que la probable de una inmortalidad a la cual tan solamente la fe y la pura gracia dan derecho?, reflexiona Darío a través del personaje Benjamín en El Oro de Mallorca (p12).

En este punto es importante señalar que la época en que Rubén se encuentra en España es determinante para su salud, sobretodo, el periodo previo a la publicación de Cantos de Vida y Esperanza. El escritor español Juan Ramón Jiménez, quien fuera el editor de ese poemario y a quien le dedica la selección Los cisnes, en las cartas rescatadas de las correspondencias que tenía con Darío y sobre su amistad con él narra: “recuerdo, aquella casa […] yo solía suplicarle al gran poeta que no bebiera whisky ni coñac […] en la forma que los bebía. Rubén Darío, por una falta absoluta de voluntad y a caso por evadirse […] estaba siempre borracho” (Ibídem: 138)

Aunque a mi juicio—quizás—el comentario del escritor de Platero y yo, está un poco hiperbolizado en asegurar que siempre estaba borracho como para expresar que abusaba del alcohol, es evidente que esa temporada en Europa, particularmente, en España fue para Darío un momento en el que tocó fondo. La edad y sus hábitos ya no le permitían llevar la vida bohemia sin que causara serios efectos en su salud.

Este panorama lo expone claramente en El oro de Mallorca y ofrece las causas que, él considera, fueron las que lo llevaron hacia donde estaba; pero esta vez a diferencia de su libro de memorias, lo hace con toda la libertad escudado en el personaje ficticio y en su voz narradora en tercera persona: “ Y como desde que tuvo uso de razón su vida había sido muy contradictoria y muy amargada por el destino, había encontrado un refugio en esos edenes momentáneos, cuya posesión traía después irremisiblemente horas de desesperanza y de abatimiento […] la felicidad relativa en una trampa de ensueño” (p12)

En este aspecto su Autobiografía también es directa: “pasé ocho días sin saber de mí, pues en tal emergencia recurrí a las abrumadoras nepentas de las bebidas alcohólicas”, de esta manera expresa su dependencia a estas bebidas, como un método de evasión ante la agitada vida llena de carencias.

Para rememorar sintéticamente los aspectos que tienen relación entre El oro de Mallorca y la vida de Darío podemos destacar que tanto Benjamín como el gran poeta son grandes artistas, con carencias y exhaustos de una vida llena de excesos. Ambos han sido golpeados fuertemente por el amor, en particular, de una mujer que la ama e inexplicablemente la aborrece por un engaño que parece quitarle el sueño. 

Benjamín es más claro en este sentido y lo expresa todo a Margarita (otra bella artista que conoce en Mallorca), según la novela. Este último personaje parece corresponder simbólicamente y cronológicamente a Francisca Sánchez y el primer personaje, a su gran amor Rosario Murillo.

Darío manifiesta todo el sentimiento que le provoca el engaño de Murillo a través de Benjamín, el golpe moral que representa para su dignidad masculina y deja entrever que la llegada de “Margarita” le trae consuelo y remanso de paz a la caótica vida que llevaba.

 En el aspecto religioso es muy claro: sus ansias de conocimiento nunca le dejaron creer ciegamente en una religión que, ante sus ojos, era hipócrita y en un Dios del que humanamente dudaba. Darío fue como todo ser humano imperfecto y su obra artística debe juzgarse como obra literaria, en ningún momento, su vida personal debe restar méritos a lo que hizo literariamente, pero es de suma importancia intentar comprender su contexto histórico y su vida personal para conocerlo como hombre y poeta meritorio de ser recordado y mucho más.

En definitiva, El oro de Mallorca, supone una narración ficcional de aquellos elementos de su vida que por pudor u otras circunstancias no pudo expresar en sus memorias. Corresponde a un intento fallido de novela, porque la coherencia y la fuerza que llevaba deja al lector con ganas de saber lo que siguió, aunque también es perceptible su unidad y la sensación de que el narrador ha dicho lo que quería se nota. Es sin duda su vida en una novela.


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