Cuentan que Gustavo Cerati y Amy Winehouse murieron
por excesos. Sé a qué se refiere la cultura popular cuando habla de excesos, en
especial, con todo aquello relacionado a una vida hedonista que se te va de las
manos cruzando los límites de una supuesta frontera entre la vida y la muerte,
hallando dramáticamente esta última.
Lo cierto es que todos, sin excepción, vamos a morir, nada nuevo estoy diciendo, pero todos estamos obsesionados, más o menos, en vivir más y llegar bien a la vejez, algo absolutamente normal y comprensible como aspiración. ¿Pero qué hay de la gente que simplemente decide vivir y asumir las consecuencias?
Esta gente que decide vivir y asumir las consecuencias puede que pertenezcan a esa tribu de personas a las que probablemente pertenecía Gustavo y Amy. Solo viene a mi mente el recuerdo de un señor diabético con el que compartí sala en el hospital cuando me rompí el húmero. “Dame más café, por favor” le pedía a su hija que se negaba a darle, porque lo tenía contraindicado y se estaba pasando de mimos en dejarle probar una taza. Yo sólo pensaba en que le habían cortado el dedo gordo del pie y, aún así, no renunciaba a ese shot de vida que le daba el café. ¿Valiente? No sé. Pero ese señor había decidido vivir y asumir las consecuencias sin disculpas.