(o el mestizaje como una categoría “racista aspiracional”)
A raíz del Black Lives Matters (BLM) se detonaron las conversaciones con mis amigas en torno al racismo latinoamericano y el racismo en sus expresiones locales o desde nuestros respectivos países. Recuerdo que vino a mi mente una lluvia de expresiones, conversaciones, actos que a lo largo de mi vida han construido un discurso discriminatorio basado en la racialización de otros cuerpos de acuerdo a unos fenotipos particulares.
Nicaragua es un país particularmente multicultural, multi-étnico y multilingüe que en sus pocos 130 mil kilómetros cuadrados distingue dos grandes bloques poblacionales (étnico-lingüísticos) a grandes rasgos: La región Centro-Pacífico correspondiente a la hispanohablante y las dos regiones autónomas del Caribe donde conviven distintos idiomas, entre ellos, el inglés. En medio de esta diversidad, y pese a esta, el discurso colonial local hilvanó sus propios mecanismos jerárquicos y racistas. En este artículo que, elaboro a manera de comentario, me voy a centrar en la categoría “mestizo” como un vocablo que expresa, describe y encarna un discurso aspiracional en términos racistas heredados de la colonización.
Uno de los grandes mitos nacionalistas que se han erigido discursivamente entorno a Nicaragua desde el Estado-Nación-Colonial es que, somos un país mestizo, aludiendo en su forma más inocente, a las “mezclas de razas”; pero que en su realización discursiva y simbólica ha intentado borrar del imaginario de la identidad nacional cualquier alusión de otras identidades como la originaria y la negra.
Sin profundizar en el análisis discursivo de los distintos gobiernos a cargo del Estado y más como ciudadano en las últimas tres décadas puedo decir que siempre ha predominado el discurso de la Nicaragua-Mestiza por encima de la Nicaragua multi-étnica, a pesar de las variantes y los posibles cambios a lo largo de las décadas, reservando aquellas manifestaciones culturales que aluden a un origen afrodescendiente u originario a mero colorido folklórico propio de las fiestas y actos escolares.
Muy probablemente esta categoría Mestizo (o birracial) aparece como el blanqueamiento de lo originario o de lo negro, como occidentalización de la región, pero que está estrechamente ligado a un pasado colonial en el que el discurso violento de la colonia instauró un sistema de castas sociales y privilegios basados en fenotipos blancos o eurocéntricos.
Y desde este contexto me llama poderosamente la atención cómo en los discursos coloquiales presentes en la clase media-baja que suelo frecuentar existen términos como “chelera” para describir el comportamiento de la mujer que busca como parejas sexo-afectivas a extranjeros (mayoritariamente europeos o estadounidenses blancos). Es así cómo el fenómeno de “cásate con un blanco para mejorar la raza” subyace como un discurso ético y aspiracional de la clase media (empobrecida) nicaragüense, pero que se manifiesta como un discurso racista heredero de la colonización.
Y cabe destacar que muy probablemente esto suceda también con los hombres porque claramente existe el “chelero”, pero me parece que este discurso racista aspiracional en el contexto de la búsqueda de pareja resuena o pesa más desde una óptica de clases sociales: en esa clase media incipiente, empobrecida, que ha mamado la teta de una educación pacífico-céntrica y mestizo-céntrica. Ya los sectores más populares tendrán sus propias formas de expresar el racismo, pero lo que me interesaba poner en relieve era ese pesimismo racista con el que chistosamente tal vez muchos nos despertemos sintiendo que pasa otro día y no somos Bianca Jagger (este es el momento en el que reímos).
Qué interesante poder tener reflexiones acerca del racismo nuestro de cada día y ver cómo en nuestros imaginarios construimos referentes a partir de discursos racistas aspiracionales actuando como condenados a repetirlos en un patrón discriminatorio hacia nuestra propia gente, en un bucle infinito de odio y menosprecio.
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