miércoles, 27 de enero de 2021

La historia negra

 

José era el hermano de en medio. Pareciera que nacer a la mitad de la camada automáticamente lo colocara en un lugar subvalorado, como si desde el mismo instante de su nacimiento todo estuviera confabulado para marcar su destino de la manera menos favorecedora. Eran finales de los años 70s en la Nicaragua tropical post terremoto, el inicio del fin de la dictadura somocista, el inclemente sol que pareciera detener el tiempo en este pedazo de tierra maldito porque claro está que la belleza salvaje siempre será una maldición.

Doña Rita apenas podía con sus otros hijos, apagaba el sol de la Avenida Roosevelt vendiendo unos dulces tradicionales. Su esposo, un jornalero que, con esfuerzos, juntaba plata semanal para la comida. La pobreza y el costo de la vida nunca se había sentido tan violento como en esa época. Familias numerosas. Marimbas de niños. Un clima agresivo, el pleito de perros de las familias oligarcas de siempre, acostumbrados a manejar los 130 kilómetros cuadrados de tierra como su patio. 

Nada pintaba bien si es que acaso alguna vez había pintado bien. En estas circunstancias Doña Rita entregó al pequeño José a su hermana mayor, para que lo tuviera unos meses, mientras se componía la situación, para que no pasara hambre. Estando en casa de su tía José aprendió que su mama lo regaló, que lo abandonó, que no lo quiso por ser negrito. Un poco de infamia chismosa que la tía inventó para ganarse el cariño del niño. Así pasaron seis meses antes que Doña Rita fuera por él a buscarlo, a llevarlo de vuelta a su casa, con remordimientos y pesar de haberse separado del crío estando tan pequeño.

Al José nunca se le olvidó lo aprendido en aquellos seis meses lejos de Doña Rita. Un abismo de resentimientos creció entre él y su madre. Una bomba de reclamos que estalló con su primera borrachera a sus 17 años. El inicio de un alcoholismo que lo acompañaría toda su vida como su sombra. José se fue de la casa y se casó con una vecina contemporánea.  Melisa, se llamaba. Una mujer admirada en el barrio por nunca dejarlo, a pesar de que en sus borracheras la golpeara y la humillara. A los dos años de casados tuvieron a su único hijo, el mismo que enterrarían a los 21 años. El alcoholismo de su papá truncó la vida del niño, decían. Puede que sí, eso nunca lo sabremos. Lo cierto es que la muerte del hijo fue el último empujón que llevó a José a entregarse a su sombra, fiel compañera, la botella. Así aquel muchacho de en medio de la camada de Doña Rita se volvió en aquel viejito solitario y alcohólico de la esquina del parque donde doblan los buses.

No hay comentarios:

Publicar un comentario