Pero empecemos con lo que serían mis “instrucciones
para llorar”.
Las mías, a diferencias de las de Julio, no pueden dejar de lado los motivos,
pues se centran en ellos. Sin
embargo, no quiero ir profundo, si no centrarme en un hecho. Mientras estás
bajo la ducha caliente pensás en opciones para la cena. Te ponés optimista y
pensás que, aunque no sepás cocinar, podría ser una buena cena. Comer y cocinar
siempre son actos de compartirse. Pensás en esto mientras te dejás el deep clean™ unos minutos. Y seguís pensando en que todo
podría ir mejor, que la pesadilla de la última noche fue eso: una pesadilla.
Mientras comprás cosas para la cena tu invitado
tiene que venir en camino para añadirle un poco de adrenalina. Y entonces, él
llegará para sabotearlo todo. Para decirte que se va, que no te quiere.
Solamente saldrá de tu vida porque, claramente, a lo mejor, vos nunca estuviste
en la de él. Y salir siempre es más fácil para quien se va y no para quien se
queda. Después de esto solo seguirán sesiones de llanto que duran tres minutos,
pero a diferencia de lo que dice Julio, este llanto no acaba en el momento en
que te sacudís la nariz. Te toma por sorpresa incluso mientras dormís porque
proviene de un lugar que hasta ahora desconocés…
* Ciudad Universitaria,
Córdoba, Argentina
//Fotografía
by Waldir Ruiz
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