domingo, 14 de marzo de 2021

Los libros que perdí

                                                                                  


   
Perdí dos novelas en dos momentos distintos de mi vida. Dos novelas con las que me identifiqué, dos libros físicos con los que desarrollé apego y emocionalidad por haberlos leído en situaciones de mi vida que, al verlas en retrospectiva, estos significaron auténtica compañía. La primera novela fue Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley. Recuerdo que la compré en oferta (80 pesos) del día de Halloween allá por el 2010-2011. Recuerdo la insistencia de mi amiga en que se lo prestara en cuanto terminara de leerlo. Nunca más volvió a mis manos.

La otra novela es Sputnik, mi amor de Haruki Murakami. Allá por el 2014 recuerdo que tenía muchas ganas de leer algo de Murakami y como el escritor japonés abundaba en las librerías y lo que yo quería era solamente husmear su narrativa, me propuse comprar la primera novela que encontrara. Así fue que llegué a esta novela. Recuerdo que la leí en medio de todas las emociones que suscitaban mi viaje cercano a Argentina, el duelo por la pérdida de mi papá y la mudanza caótica de casa. Esta novela fue lo suficientemente entretenida, ligera y “misteriosa” como para que lo primero que yo quise hacer al volver de mi viaje fue releerla.  Y lo hice, y volví a caer en la trampa insistente de la súplica de otra amiga que “también quería leerla”.

Algo que suscita absolutamente mi atención sobre estas dos novelas “que perdí” es que, mis amigas no llegaron a leerlas nunca. No las leyeron y perdieron deliberadamente los libros sin ni siquiera saber dónde pararon. ¿Por qué insistir en que te presten un libro que no estás verdaderamente interesado en leer? ¿Por qué siempre hay personas que quieren quitarte algo que, de todos modos, ellos no quieren ni necesitan? Estas preguntas salieron un poco de una conversación que tuve con Alex, un maje del bar al que suelo ir, creo que hablábamos de parejas y amistades y de cómo personas consciente o inconscientemente, mal intencionadas o no, sembraban incomodidades en los vínculos ajenos a fin de distanciarlos.  Alex me decía algo que me quedó resonando mucho: “a veces ni siquiera es lo que tenés lo que desean, si no el vínculo con lo que tenés.”

En fin, issues que no tengo por qué entender. 

 

 

Con cariño a todas las que irrumpieron en mi vida

y se robaron algo que nunca quisieron, pero igual perdieron.

 

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