Fotograma del videoclip de la canción "Amor y Lujo" de Mónica Naranjo |
A Danny Ramírez Ayérdiz, con cariño.
− ¡Qué noche que es! —
− En esta ciudad, mi vida, se sale a esta hora—
− Lo bueno es que es segura, ¿no?−
−Obvio, mi vida, no te preocupés. Nos tomamos el subte y en 10 minutos estamos en la casa de los chicos—
Era mi segunda vez en esa ciudad avasallante y hermosa. Inofensiva y peligrosa a la vez. Daniel y yo habíamos decidido ir a la fiesta de cumpleaños de un amigo, como previa, a lo que sería nuestra primera visita a “la disca”, como la llamaba Daniel. La disca más grande de la ciudad. Éramos tan sólo dos jóvenes homosexuales en una ciudad que prometía mucho para nosotros. Entonces en la fiesta del cumpleaños tomé lo suficiente como para estar alegre. Lo suficiente como para olvidar qué estaba haciendo en esa ciudad grande. Daniel, como de costumbre, no tomó nada. Bailó. Se movió. Se rió. Comió. Pero no tomó nada de alcohol.
Yo pasaba constantemente del sillón a la mesa por bocadillos y tragos. Lo veía platicar animosamente con los chicos mientras me empinaba el vaso y daba un sorbo grandísimo de fernet con coca cola. Ustedes saben. Todo para perderle el respeto a esta jodida ciudad de Cortázar, de Cerati, la misma que empujara a la Pizarnik al abismo. Daniel se separaba de sus amigos de vez en cuando y se acercaba a mí a preguntarme si la estaba pasando bien. Siempre me pasa eso. Cuando estoy en una reunión y empiezo a pensar mucho, la gente piensa que estoy triste y me la estoy pasando mal. Pero no es así. Tan solo estoy pensando.