domingo, 14 de agosto de 2011

The day and the time: los días y los tiempos

The day and the time: los días y los tiempos

Mi querido amigo Will murió el 21 de agosto, a los 15 años. Lo conocí en el microbús de las 6:00 am de Nagarote a Managua. Yo estaba en primer año de mi carrera, él estaba en primer año de secundaria en el Colegio Alemán Nicaragüense. No era de mi costumbre entablar conversaciones con la gente con la que comparto asiento en un bus, tal vez, porque no se tiene la certeza de volverlas a ver. Sin embargo, con Will se dio después de que fortuitamente se sentara junto a mí toda una semana. 

Creo que fui yo quien inició la conversación. Me llamó la atención porque resolvía ejercicios de matemática con indicaciones en alemán, con la mano izquierda y el microbús en movimiento… (¡Rayos!, yo apenas podía leer en un bus!). Ese día fue viernes, hablamos de libros, de su colegio, de mi carrera, de su familia… Me agradó. El  lunes que siguió después de ese fin de semana y casi todos los días venideros viajamos juntos.
Efectivamente eso fue en el 2007.  Nunca he tenido inconvenientes con la edad para hacer amigos, nunca me ha importado. Will tenía 13 años cuando lo conocí, yo tenía 17; pero William (como se llamaba) parecía tener la misma o más edad que yo: era grande, recio, blanquito y el pelo era negro. Siempre con su camiseta blanca del colegio, un jean azul o negro, unos vans a cuadro, su mochila y un mp4 para oír música… (Hasta siento el olor a su colonia cuando me acuerdo…jeje).
Nos volvimos grandes amigos, entrañables, éramos casi como pan y mantequilla. Will era inteligente, a veces teníamos unas discusiones rarísimas sobre el karma, la globalización o algún otro tema o un libro en particular. Duró dos años nuestra amistad, porque murió en el 2009: yo estaba en tercero y él también, teníamos un pacto: él formaría parte de mis memorias de graduación y yo sería parte de las suyas.
Will era el mejor alumno de su generación, bailaba y tocaba la guitarra. Muchas veces fui a kermeses en su colegio. En deportes: nadaba y jugaba basket ball.  Cada fin de semana íbamos a fiestas a León, le prestaba el carro a su papa  y nos íbamos con otros dos amigos. Esos viajes eran de locos, nos desvelábamos horrible, que los lunes casi era imposible para mí levantarme y él como si nada. Cuántas anécdotas podría escribir de esos viajecitos… (Jeje).  
Recuerdo que siempre me esperaba en el 7 sur para regresarnos juntos, el recorrido del colegio alemán lo dejaba ahí a las 3:30 de la tarde, sólo cuando tenía deportes o música. Yo ya venía en el bus que sale del Israel, nos poníamos de acuerdo por chat. En el 2008, fuimos a la Isla de Ometepe y a San Juan del Sur, en vacaciones de semana santa y  de fin de año. Will era súper loco.  
 No nos veíamos seguido en su temporada de exámenes o en sus vacaciones que no coincidían con las mías. En el 2009, el año de su muerte, le tocó viajar a Alemania por parte del colegio, junto con sus compañeros de clase, era la socialización o intercambio cultural que los del COALNIC realizan.  Desde que éramos amigos, esa fue la primera vez que nos separamos, nunca había tenido una amistad como la de Will. Creo que ese viaje fue un ensayo de su ausencia para lo que meses más tarde venía para mí.
Regresó y todo transcurrió normal, muchos regalitos, fotos, muestras físicas de afecto, volvieron las salidas, las desveladas, juegos de ajedrez en la compu, monopolio, sus servicios de monaguío… (Eso sí, detestaba que fuera monaguío…jejeje)
Dos meses después de su regreso murió junto con su papa en un accidente de tránsito en la carretera nueva a León, entre La Pazcentro y el empalme de Izapa. Su mama inconsolable hasta la fecha. Yo ni fui a sus funerales. No quise verlo. Odié haberlo conocido. Odiaba lo que me estaba pasando.
Me reusaba a aceptar su muerte. No me podía estar pasando a mí. Sentía un enorme hueco en mi pecho,  me dolía. Me levantaba llorando a medianoche. No volví a viajar en el bus de las 6:00 am. Hasta hoy, cada vez que veo el bus del Colegio Alemán, siento que vomitaré el corazón. A veces lo imagino esperándome en el 7sur.

 Después de su muerte, muchas semanas después, le enviaba enormes correos electrónicos, quería imaginar que estaba en Alemania. Le contaba lo mucho que me dolía su ausencia y mis ganas de volverlo a ver.  Duele, es un dolor que a veces parece desaparecer, pero vuelve con fuerza y lloro.
A veces me consuelo pensando que en algún lugar del tiempo pasado está conmigo, que llego a su casa, que le estrecho la mano y le doy un enorme abrazo mientras aspiro el olor a su colonia, mientras su sonrisa me dice que le alegra verme, que tiene algo nuevo que contarme o hacer conmigo.

Sin embargo, estoy seguro de dos cosas: su partida me duele con cada bombeo de sangre que realiza mi corazón. Y que en esta vida nunca lo volveré a ver, por mucho que lo desee, nunca los muertos vuelven…nunca…


1 comentario:

  1. Conmovedor, incluso yo sentí la ausencia de Will, la amistad cuando se consigue de verdad y se cultiva de forma natural puede llegar a ser muy muy pura. Y que horrible se debe de sentir, hoy, dos años despues de su partida, te digo "lo siento mucho".

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