Fotografía by Waldir Ruiz |
Todo su recorrido y lo ahí sucedido, cada ventana
rota y cada puerta cerrada, era para mí ya parte de mi historia. Aunque creo
enormemente en la individualidad, esa historia abría ya para mí un privilegio,
y no hablo de un privilegio tipo alguna finca Rapaccioli, Belli u Ortega-Murillo. No. Hablo de tener más
tiempo para leer, por tener menos deberes que mis hermanas. O de la pieza de
pollo en el almuerzo que fue guardada para mí.
Un privilegio que me hace sentir triste cuando pienso en mis hermanas y
sus caminos y sus historias...
Pero pienso también en cuando se desdibujó todo.
Cuando se escindió el camino. Y cuando empezó mi historia. Continuar las
historias es muy fácil, pero empezar las nuestras requiere muchos días como
hojas echadas a perder. Lo difícil que supone vivir en primera persona el
manojo de desigualdades, la violencia y la injusticia como alguien diferente.
Alguien que, de seguro, en algún momento abandonará otros caminos.
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